Las hipótesis más fuertes en la investigación del caso Lebbos son la del remisero violador y la del crimen pasional. ¿Las comparte?

–Me permito disentir, incluso a la comunidad jurídica de Tucumán no le está cerrando. Primero, la insistencia en despegar esta causa de la causa Verón es sugestiva. Segundo, la insistencia en que tengamos reuniones en las que brindamos información e identificamos, incluso, dónde podría estar el vehículo buscado, dato que no fue trabajado por la policía. Tercero, el tema del cuerpo: ¿por qué aparece allí, en un lugar muy público? Aparece donde hay que buscarlo. La forma en la que ha sido tirado es sospechosa, como que se ha preparado una escena para que aparezca y, a partir de allí, reconstruir una historia que bajo ningún punto de vista se vincule con la trata. El crimen pasional es perfecto para una táctica de encubrimiento. Existe una marcada ilegalidad en Tucumán en todos los ámbitos, agregado al tema del transporte ilegal, una red de trata y comercio ilegal. Un cóctel que tenía que explotar en algún momento.

¿Y explota con el caso Lebbos? Los investigadores y la información pública desvanecen la hipótesis de la red de trata.

–El caso Lebbos marcó un antes y un después en este tema, y el caso Verón venía anticipando esta historia. Suponiendo que la hipótesis del remise sea cierta, la pregunta es por qué el cuerpo aparece de esta forma. Tal vez todo haya empezado con un secuestro para violar, y se desencadenan una serie de acontecimientos cuando se conoce la identidad de Paulina. En Tucumán acaba de conocerse que otra chica fue llevada a La Rioja, que dos amigas en Tafí del Valle fueron subidas a una combi y llevadas en cautiverio; una pudo mandar un SMS y avisar a sus familiares, que las rescataron. El domingo entraron a la casa de Blanca Vives, testigo clave en nuestra investigación, y la golpearon... Estas cosas pasan todo el tiempo. Tenemos secuestradas chicas en Tucumán desde hace 10 años.

Este ensañamiento sobre el cuerpo de Paulina aun después de muerta, ¿qué más dice?

–La información pública dice que Paulina murió, por lo menos, 10 días antes de ser encontrada. Pero el cuerpo no estuvo allí 10 días, hay elementos (olor, integridad) que lo insinúan. Creo que es un cuerpo tirado poco antes de ser encontrado; de ser así, hablamos de un cuerpo con rigor mortis, imposible de ser trasladado por una sola persona. También hay que preguntarse por qué el entierro fue tan rápido. Teóricamente está agotada la autopsia, se han tomado muestras y hay que esperar los resultados, pero luego de enterrar el cuerpo ya no tenemos forma de controlar lo que un bioquímico diga. Esto nos hace acordar a causas paradigmáticas, como la de María Soledad Morales. La experiencia marca la necesidad de trabajar cuidadosamente en todas las pistas. En la causa Verón, por ejemplo, quien debería llevar adelante la investigación es una brigada policial extremadamente sospechada de encubrimiento y delitos de otro nivel: homicidios, tráfico de drogas, incluso los rumores no sólo hablan de trata de personas sino de tráfico de órganos. La pregunta que me haría es brava: por qué el cuerpo de Paulina fue conservado una semana y aparece entre alimañas, por qué no pudieron detectar las partes blandas del cuerpo.

¿Confía en que las respuestas que se conozcan serán las acertadas?

–Hemos trabajado muchísimo para que la Justicia de Tucumán tenga medios para pelear estas causas. Pero creo que dentro de poco las noticias van a decir que se encontró a un presunto responsable, y acá no pasó nada. Cuando uno ve lo que les toca pasar a estas familias, conoce a otras que han pasado lo mismo, ve que nada ha cambiado, que se profundiza la impunidad. Para enfrentar la trata hay que entenderla como enemigo público; no sólo se cotizan con droga, además venden vehículos truchos, esclavizan gente, venden bebés que las chicas engendran en cautiverio... Estamos hablando de encubrimientos en todos niveles. Queda claro que si el caso de Paulina es tapado como una violación seguida de muerte y no como trata, se transforma en encubrimiento de Estado. Siempre consideran que somos paranoicos, pero la realidad nos va dando la razón.