¿Por qué persisten los estereotipos acerca de los juguetes considerados femeninos y masculinos? Hay diversos factores. Por un lado, el psiquismo infantil es estereotipado. Los niños están realizando el trabajo psíquico de establecer diferencias y categorías, entre las cuales la diferencia entre los sexos es un aspecto fundamental. Ellos tienden a evitar los matices de todo tipo en busca de claridad. Por ejemplo, cuando se refieren a un personaje de cuentos o películas, preguntan: “¿es bueno o es malo?”. Se trata de un mundo de representaciones en blanco y negro, donde no hay mucho espacio para los tonos grises. Lo femenino y lo masculino, en las etapas iniciales de su construcción como representaciones mentales, son polarizados y opuestos.

El problema es que la cultura dominante, a pesar de las tendencias postmodernas hacia la aceptación de la diversidad, se aferra a los modelos estereotipados, y de ese modo replica la inmadurez infantil, transformándola en norma. La oferta de juguetes aún hoy replica modelos rancios, que ya no se adecuan a las experiencias de la vida cotidiana. Podemos explicarlo por un proceso de inercia cultural, de lentitud para aceptar el cambio. Otra hipótesis, más verosímil, se refiere a la aparición de profundas ansiedades sociales respecto del temor a que se pierda la diferencia entre los géneros. Como en los sectores medios educados los varones y las mujeres tienen existencias cada vez más similares, surge entonces el temor a la confusión y a la pérdida del deseo, como si solo fuera posible desear a alguien muy diferente. Por ese motivo se opta por sexuar a los niños de modo inequívoco, para no dar lugar a confusiones: cada cual deseará lo que no posee.

Sin embargo, existen otros caminos para generar deseo, que requieren un suelo común que permita la empatía entre varones y mujeres. Por eso, si se inventan juguetes neutros, que todos los niños puedan disfrutar, no hay que temer el naufragio de la heterosexualidad ni el fin de la especie.