› Por Olga Wornat *
Cristina es una persona que sabe transmitir muy bien su pensamiento político, quizá mucho más claramente que el Presidente, que es más pragmático y espontáneo. Por eso creo que se complementan tanto. No quiero exagerar, pero viendo la historia argentina, desde Eva Perón hacia acá no hubo mujeres en política que trascendieran tanto como ella. No sé cuál, pero evidentemente toca un punto del inconsciente popular argentino.
Creo, definitivamente, que en el fondo de su corazón le encantaría ser presidenta. ¿Qué político no quiere ser presidente, qué mujer política que ha llegado hasta el lugar que ha llegado Cristina no se lo plantearía? En una de las entrevistas que le hice para el libro, le pregunté cuál era su objetivo, si pensaba ser presidenta algún día. Se rió. Me dijo que ella pertenece a un proyecto, que es el proyecto K, y que no sabe ni quiere manejarse por fuera de ese contexto. No se maneja sola, su metodología es ser parte de un equipo. Kirchner no sería quien es sin ella, y viceversa, porque se manejan en tándem y la política ocupa el 90 por ciento del universo de la pareja.
No es feminista ni toma esas banderas, todo lo contrario. Para las feministas debe ser una figura casi masculina, y creo incluso que quizás ella se sienta más cómoda en un debate entre hombres que en un debate de mujeres. Siempre dijo que detestaba que a las mujeres las mandaran a acción social o a comisiones de la mujer, que ella nunca iba a ir ahí porque siempre peleó por estar codo a codo con el tipo en donde se deciden las cosas. Y su actuación parlamentaria siempre ha sido en comisiones formadas mayoritariamente por hombres.
Una vez hablé con ella respecto al aborto. Me dijo que no iba a alentar ese tratamiento legislativo, que había problemas más importantes. Siempre se manifestó en contra de la despenalización. Es una convicción muy personal que tiene que ver con el trauma que ella tuvo cuando perdió el embarazo de su segundo hijo, antes de tener a Florencia. Sería bueno que intercediera para despenalizar; ella es la mujer que tiene más peso y poder político para empujar ese debate.
Cristina apoyó mucho la candidatura de Michelle Bachelet, pero su espejo es otro: ella se mira en Hillary Clinton.
Las críticas que se hacen en torno de si se hizo o no cirugía, si se puso o no botox, si usa plataformas, si repite o no vestidos, todo eso es parte del folklore. Esas críticas no importan, porque hay una diferencia con los 90: en la época de Menem, se ostentaba. Ella no hace ostentación de sus compras, y siempre ha sido igual; no es que ha cambiado una vez en el poder. Nunca salió a la calle sin pintarse, inclusive en una época en que la austeridad o la onda hippie era señal de compromiso militante. Lo que sí importa es su discurso político, cómo construye el poder, su tarea. En el Senado no le han podido hacer sombra porque es muy trabajadora.
Por otro lado, siguiendo con la hipótesis de ella como presidenta, el otro interrogante es qué papel jugaría Kirchner: ¿a dónde va a ir, va a volver a la provincia?
* Periodista. Autora de Reina Cristina (ed. Planeta).
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