Vie 30.08.2002
las12

Los chicos feos, sucios y malos

Por Lucía Alberti *

La maravillosa dualidad de una misma sociedad, más aún, hasta de un mismo sector, no deja nunca de sorprender. Todo se reduce al lado en que se paren en cada oportunidad y conforme a eso, si nos animamos un poquito más, a la versión que mejor pega en los medios, cuyo mejor cuco es un menor de edad.
Tomemos por ejemplo, la Infancia y la Adolescencia, mercancía de cambio si las hay. Muy duro, ¿no? Pero cierto, tan cierto que hoy no sólo sirven para conformar nuestras proyecciones personales o familiares, o para mantener el espíritu gregario sumando prole, sino que dan para todo. Pueden ser víctimas de un secuestro para saldar viejas deudas, de conocidos o las ambiciones de policías corruptos; pueden ser mano de obra barata para hacer una red pedigüeña o de venta de lo que se pueda e incluso no se deba vender. Sirven para abusarlos de todas las maneras inimaginables; si no, que lo digan los padres de los niños católicos estadounidenses, donde debieron poner confesionarios transparentes para frenar esos abusos.
También podemos hablar de los niños/as en la guerra, sector que pone la mayor cantidad de víctimas o las niñas y niños obligados a ejercer sexo a cambio de monedas o un litro de leche para saciar el hambre. Los chicos/as trabajadores desde la más tierna infancia, porque son más precisos, caben en lugares donde no entran los adultos y resultan mucho más económicos. También sus cuerpos menudos ingresan por huecos donde no puede ingresar un cuerpo ya desarrollado y entonces son aprovechados para el asalto a la propiedad, o juegan con su condición de inimputables y los mandan al frente o, peor todavía, son la avanzada en un hecho delictivo ya que si los matan, pocos serán los que los lloren o nadie escuchará a quien lo hace.
Hoy por hoy, a través de la Convención Internacional de los Derechos del Niño y del art. 75 inc. 22 de la Constitución Nacional, queda claramente prefijado la condición de sujeto de derecho de los menores de 18 años, así se encuentren en la etapa del biberón. Sin embargo, esto parece todavía letra muerta en los grandes lineamientos legislativos y políticos, que darán el marco adecuado a esa condición.
No sólo está vigente y en pleno funcionamiento la 10.903 que rige desde el año 1919, que tiene espíritu posesivo y dispositivo sobre los menores de edad, porque está basada en la vieja y decadente teoría de niño objeto de derecho, sino que hay nuevos cultores de la apropiación. Lo cual se refleja en proyectos, donde podemos encontrar expresado de modo textual el sentido de posesivo del patronato. En primer término respecto de la edad, y en segundo término respecto de la acción. Bajar la edad de imputabilidad a 14 años es barrer los problemas debajo de la alfombra. No cabe ninguna duda de ello. En cuanto a la acción, si por más de 80 años rigió un sistema que no aportó soluciones ciertas, como ocurre con la ley de Patronato, pretender que leyes actuales imbuidas del mismo espíritu de esa ley lo hagan es muy poco serio. Como diría un amigo experto en temas jurídicos: “Estas cosas sirven sólo para los perejiles”. Esta acotación que cada cual la anote en su agenda como le guste, pero es así.
Además de hacer un exhaustivo análisis para saber a quién le sirve mejor aumentar el presupuesto burocrático, si al burócrata o al internado de 14 años, también debemos preocuparnos por empezar a recorrer un serio camino de equilibrios. Porque todavía abundan aquellos cultores de la Inquisición, para quienes donde hay un niño o una niña, donde habita una o un adolescente, es donde se desatan los demonios. Es la mejor manera queencuentran los que tienen espíritu opresor para manifestar su lujuria, siempre amparados en el oscurantismo de las instituciones y en el poder adulto de impartir la ley y el orden.
Asomarse al nuevo milenio, para los/as adolescentes “feos, sucios y malos” (como seguramente resultarán los de la franja a punir, en reemplazo de los lustrabotas y los canillitas del 900), puede seguir siendo, como entonces, adentrarse en las mazmorras, correr el riesgo de deambular por el orden silente del autoritarismo. Nadie dice ni quiere que un chico de doce o catorce años ni de ninguna edad lo asalte a mano armada. Pero tampoco nadie quiere que desde cualquier lado, sea empresa, servicio o institución, se lo asalte todo el tiempo bajo el lema de la legalidad y la legitimidad de papeles trasnochados, y es lo que está pasando permanentemente. Cada cosa en su lugar...
Nuevos ruidos en las calles, reclamos por el hambre, cuestionamientos a las instituciones, pedradas contra los escudos y cascos policiales, asaltos adolescentes, no se resolverán con leyes más duras ni con castigos a más temprana edad. Se resolverán saneando desde la base distributiva, con honestidad, con políticas públicas adecuadas, con servicios accesibles, con creación de fuentes de trabajo para adultos, con chicas y chicos que sientan que otra Argentina es posible. Porque no se les miente más, porque hay conjunción de políticas macro y políticas microeconómicas, aunque no le guste al FMI. Porque se restablecen los valores y se deja esta maldita costumbre de medir con la vara hacia abajo, que instauró el neoconservadurismo para dominar mejor a los debilitados. Porque es tiempo de que los adultos ocupen su lugar en la construcción de una salida de la crisis y los menores de edad sientan que el futuro es posible, sin “riesgo moral o material estampado en la frente” desde el momento de nacer.


* Foros Ciudadanos para la Transformación.

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