Es necesario hacerle comprender al empresario que su mandato es muy relativo, y concientizarlo de que debe participar en serio en un plano de igualdad en la sociedad”, plantea la titular de la Comisión Tripartita de Igualdad de Oportunidades (CTIO) del Ministerio de Trabajo, Olga Hammar, coordinadora del área de género de esa cartera. “Por eso hay que promover una responsabilidad social empresaria y encarar, de una vez por todas, la mentada transformación cultural: se acabó esa historia contada desde el mundo de la patronal, de que el empleado es un subordinado. Si estamos intentando generar una sociedad diferente, debemos volver al diálogo.” ¿Qué sayo les cabe a los sindicatos? “Un compromiso fuerte, más allá de análisis para adivinar salidas de coyuntura.” La violencia laboral sobre las mujeres, observa Hammar, es una problemática social y política “que se cruza por entero con el tema de género. Pero debemos ampliar la mirada para no quedar enquistadas en el enunciado de la violencia y entender que se trata de la discriminación más salvaje. Y esto tiene que ver con el rol histórico que nos asignó la sociedad”. Que se profundizó en el abismo de la crisis de 2001, “aunque estuviera clara desde antes la hegemonía de unos sobre otras. En ese momento, las mujeres salieron a la calle por necesidad, a aguantarse prepotencia y malos sueldos”. En condiciones desfavorables, los sectores más vulnerables “sólo pueden estar a merced del que tiene el poder, y en el caso de las mujeres estas condiciones se multiplican, en tanto aquellas ocupan lugares que la sociedad no les facilita: apropiarse de espacios públicos debe ser uno de los causales más importantes de violencia, porque transgredimos los mandatos histórico y cultural. Y desde ya que hay que ser transgresoras; nunca nos van a dejar los espacios libres por voluntad propia. Porque, no faltemos a la verdad, si el otro no te considera sujeto de derecho, la igualdad no está”.