La mujer tenía un ojo morado. El golpe era tan evidente como la provocación de su título: “Odio a las mujeres”. La página de Facebook ya se levantó. Pero en un mundo virtual donde es imposible controlar todo lo que se publica la misoginia actual se puede potenciar a través de la tecnología. “Las mujeres son nuestras esclavas. Deben obedecernos. De lo contrario terminarán con una paliza o violadas. Son seres inferiores que debemos utilizar para que den a luz a muchos hombres y pocas mujeres. Además nos pueden servir para prepararnos comida y lavarnos la ropa y para que les mamen a los que quieran”, dice uno de los más de dos mil usuarios que clickearon “me gusta” en la página. Los argumentos son burdos y la posibilidad de eliminarlos ya se cumplió, aunque puede extenderse como un virus. El mayor peligro no es sólo lo que se ve a todas luces, sino el sexismo que traspasa las redes de forma tan invisible como la conexión real.

Por un lado, las nuevas tecnologías generan un playón accesible, fácil y potente para divulgar la violencia de género. Pero también hay organizaciones que luchan contra la violencia de género que contraponen la utilidad de las redes sociales para prevenir y erradicar el machismo. El 14 de febrero pasado el grupo de Facebook “La Marcha de las Putas Buenos Aires” llegó a 13 mil miembros. Sus gestoras se enorgullecen de que es la página más importante a nivel mundial, incluso, con más adherentes que el sitio canadiense que inició la idea que ya se realiza en 25 países del mundo para repensar la sociedad desde el respeto y cuyo principal ámbito de desarrollo son las redes sociales.