Vie 14.12.2012
las12

Lesa humanidad

Una desaparecida, en la Argentina, tiene una connotación insoslayable. “¿No habíamos quedado que nunca más?”, dice una viñeta que circula en las redes sociales con los nombres de algunas mujeres desaparecidas en la última década, como Marita Verón, Erica Soriano y María Cash. La abogada querellante en causas por delitos de lesa humanidad, Ana Oberlin, traza una línea histórica entre aquellos crímenes y las redes de trata que desaparecen mujeres. “Es una práctica siniestra, que en este país genera una asociación inmediata con lo que ocurrió con los desaparecidos de la dictadura militar y lo que implica la búsqueda de personas. En el caso de los desaparecidos de la dictadura, tuvieron que pasar muchos años para confirmar que los habían asesinado. En este caso, se produce la misma incertidumbre y la misma angustia de la familia de las víctimas.”

Como militante de derechos humanos, Oberlin estudió profundamente el valor de los testimonios de las víctimas en los procesos judiciales. “En general, son delitos cometidos lejos de la vista de terceros que puedan testimoniar, por afuera de las propias víctimas. Esto tiene que ver con la mecánica de los delitos. Nadie va a someter, violar, secuestrar a mujeres a la vista de testigos, sí de personas que estén cometiendo el delito con ellos o de las propias víctimas”, desglosa Oberlin.

Los puntos de contacto no terminan allí. “Cuando estamos hablando de crímenes organizados como la red de trata, también se repite la mecánica de los delitos de lesa humanidad, porque para desarrollar determinado accionar delictivo tiene que haber una estructura que permita que se desarrollen de determinada manera. En la dictadura, era la estructura para la represión ilegal. En los delitos de trata también hay una estructura montada, que permite que estos delitos se cometan, no son provocados de una persona a otra de manera individual, aislada. Son cometidos dentro de estructuras criminales”, encausa el tratamiento jurídico Oberlin.

Así, la palabra de las víctimas agiganta su trascendencia. “En esta criminalidad tan compleja, la prueba testimonial es mucho más importante y tiene mucho más valor, y más entidad, ante estructuras delictivas de tal magnitud, que difícilmente permitan que queden otras pruebas que los puedan inculpar, porque son estructuras montadas para cometer esos delitos y asegurarse impunidad.”

Sobre lo ocurrido el martes a la noche, con la lectura del veredicto del juicio oral por el secuestro y promoción de la prostitución de Marita Verón, Oberlin señaló que “para las víctimas es una frustración muy grande, porque pusieron mucho tiempo para lograr la justicia y todas las herramientas que da el Estado de derecho para combatir algo tan fuerte”. En estos casos, la Justicia tiene un efecto reparador, que se malogró con la absolución de los 13 imputados.

Y así como las leyes de obediencia debida, punto final y los indultos fueron traumáticos para la sociedad, en 1987 y 1990, las absoluciones de la Cámara Penal de Tucumán tuvieron un impacto similar. “Generaron en la sociedad la sensación de impunidad, que fue la misma que vivimos cuando los crímenes de lesa humanidad quedaban impunes. Todo el país tenía expectativa en la sentencia, por toda la lucha de Susana Trimarco y de Micaela, la hija de Marita. En eso también hay un paralelo y era como un símbolo de esta pelea que fue dada por la familia pero acompañada por un montón de actores. Todos nos sentimos Susana Trimarco en estos días, porque Susana supo con su pelea hacer partícipe a toda la sociedad, y en eso es muy parecido a las Madres y las Abuelas, porque hicieron entender que estos delitos no les pasan sólo a quienes los sufren sino que ponen en riesgo una parte de la estructura social.”

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