› Por Beatriz Kohen *
Durante siglos, el Derecho estuvo monopolizado por varones, creado por varones para justiciables varones y practicado por operadores varones. Nos referimos a éste como “androcéntrico”, porque a pesar de que hace décadas ha dejado de estar poblado casi exclusivamente por varones, ya sea como institución como en tanto disciplina, continúa infectado de prejuicios y estereotipos sobre la naturaleza, los lugares sociales y las realidades de vida de varones y mujeres. Si bien el Derecho tiene un potencial transformador, su carácter conservador predomina, contribuyendo a la reproducción de un orden social caracterizado por la subordinación femenina y la dominación masculina, que quedan invisibilizadas a través de la ficción de una ley igual para todos y todas. Transformar ese modo de operar implicaría una verdadera toma de conciencia acerca de cómo opera el género a la hora de resolver los conflictos que las mujeres llevan a la Justicia: es necesario insistir en revisar ese rol del Derecho como reproductor de la desigualdad de género imperante, para intentar subvertir y desbaratar el orden de la desigualdad de género. El ingreso masivo de mujeres a la práctica del Derecho, y en particular a la Justicia, constituye una oportunidad para la difusión de una perspectiva de género que contribuya a la comprensión de la situación de las mujeres que acuden al sistema para resolver sus conflictos y la discriminación que padecen, así como los obstáculos que deben enfrentar para acceder a un adecuado servicio de Justicia, todos profundamente enraizados en el lugar de las mujeres en la sociedad. Como corolario del escaso progreso de la academia feminista del Derecho, es difícil encontrar mujeres con posiciones importantes en ese universo que se autoproclamen feministas, más aún si son juezas. Prefieren decir que incorporan una mirada de género, que están de acuerdo con la profundización de los derechos de las mujeres antes que proclamar su identificación con el feminismo, que ven como incompatible con el compromiso de imparcialidad que incumbe a quienes administran Justicia. Por otra parte, se sabe que el feminismo tiene mala prensa en la Argentina. Por último, tanto en lo que hace a los diversos programas del Estado como de la sociedad civil, al frente de la mayoría de estas iniciativas institucionales hay mujeres. Si bien no existe nada en los cromosomas que así lo determine, es una realidad que son mujeres las que están liderando iniciativas que intentan marcar una diferencia para, precisamente, las mujeres del sistema y las litigantes. l
* Socióloga. Directora del Programa Género y Derecho de la Universidad de Palermo. Integra el equipo del Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura de la Ciudad.
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