› Por Chiqui González*
Me acuerdo de que empezó a transmitirse los domingos, por Encuentro, con el viaje en Globo, los separadores con ojos y palabras de niños diversos. Había humor, ciencia, un tango desprevenido, un libro gigante con cuentos extraordinarios y sobre todo había poesía.
Los vi nacer en bares, en oficinas prestadas. Eran una explosión de creatividad, y los jóvenes que traían ideas eran recibidos con esperanza.
Lo sorprendente es penetrar en los mundos de la infancia con la simplicidad de lo popular y la mirada de lo contemporáneo, mezcla de Berni y Paul Klee, corazón de Miró con el Golpe contado por Graciela Montes, y “Osías”, de la gran María Elena sonando en las vitrolas.
Se colaron generaciones luminosas que no vendían niñez sino verdad. Entendieron que el fragmento daba ritmo y que no iban a quedarse en tierras divididas por materias, crearon formatos que hacían y deshacían y aprendían de todos con conciencia de lo público, con libertad y juego, al fin, que es una garantía.
Pakapaka es una ronda, una tribu abierta. Tiene un secreto: no es una televisión para los chicos, es al revés: intenta, con los chicos, salir a buscar a los mayores y, entonces, juntos y distintos practicar el viejo arte de vivir en comunidad.
Ahora viene lo que viene, crecer y no perderse en el intento. La innovación es la infancia de las cosas, y forma y contenido se abrazan en los cuerpos. Están en el mejor de los problemas: no repetirse y ser fieles a su historia.
* Ministra de Cultura de Santa Fe
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