› Por Verónica Garea *
Las mujeres constituimos el 52 por ciento de la población mundial. Este porcentaje no se refleja en los ámbitos académicos de las ciencias duras. Menos aún en las ingenierías. A nivel mundial, las mujeres forman menos del 25 por ciento de la matrícula universitaria en las ingenierías. En Argentina el porcentaje ronda el 20 por ciento, con una enorme mayoría en ingeniería química y una presencia muy escasa en electrónica y mecánica. En el ejercicio profesional este porcentaje es todavía menor: las mujeres ingenieras son pocas, y el número disminuye a medida que se asciende en la jerarquía laboral. ¿Qué hay detrás de estos datos?
Existe una construcción social que pone a la ingeniería como una profesión masculina. La obra, el pozo petrolero, la planta industrial no son lugares para una mujer, de acuerdo con el folklore ingenieril. Las presiones del mundo de los negocios en el que las y los profesionales de la ingeniería llevan adelante su carrera son hostiles a la conciliación de la vida familiar y la vida profesional. Los modelos de liderazgo que promueve el ambiente de la ingeniería son incompatibles en muchos casos con las características que la sociedad asigna al género femenino.
En la última década hemos visto cambios significativos en los números de mujeres que estudian ingeniería. Esto nos hace pensar que en el futuro la presencia de mujeres en los ambientes de dirección y académicos va a crecer, contribuyendo a revertir la imagen de la ingeniería como profesión masculina. Sin embargo, el mundo de la ingeniería hoy debe hacer un examen profundo de las condiciones en las que las mujeres se incorporan a la carrera laboral. La situación entre ingenieras e ingenieros no es ajena a las dificultades de las mujeres en general en la conciliación familia-empleo, producto de la división sexual del trabajo, que asigna mayor responsabilidad doméstica a las mujeres, sino que además se alimenta de estereotipos y prejuicios, tales como los exhibidos por el Premio Nobel Tim Hunt en sus declaraciones sobre “el problema con las chicas” en los laboratorios. Y en muchas instancias exagerados en los ambientes de ingenieros, donde una mujer puede ser “demasiado bonita para ser ingeniera” o puede recibir de su jefe la pregunta de si va a ser ingeniera o mamá, como si ambas condiciones fueran incompatibles.
El Plan Estratégico de Formación de Ingenieros es una iniciativa digna de aplauso. Lamentablemente no incluye una perspectiva de género que apunte a aumentar la presencia de las mujeres en las aulas de ingeniería.
No hay carreras o profesiones de mujeres o de varones. Una mujer puede ser ingeniera, dirigir una obra, un proyecto, un pozo petrolero o una planta industrial, así como un hombre puede ser docente, enfermero o secretario. Hay vocaciones y es nuestra responsabilidad lograr que las vocaciones puedan ser reconocidas y alimentadas, en hombres y mujeres, sin estereotipos.
* Ingeniera nuclear.
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