FúTBOL › EL PARTIDO FUE UNA EXCUSA PARA CELEBRAR EL TITULO BOQUENSE
Un festejo desde el alma
Boca empató 1 a 1 con Olimpo de Bahía Blanca en el último partido de este campeonato en la Bombonera, que sirvió de marco al festejo por la obtención del título. Hubo vuelta olímpica a paso de hombre, globos aerostáticos pinchados y un emotivo adiós a Battaglia.
› Por Juan José Panno
Boca Juniors, Boca Juniors/ gran campeón del balompié/ que despierta en nuestro pecho/ entusiasmo, amor y fe...” El antiguo himno oficial del club, desconocido por la mayoría de los hinchas, sonó en los altavoces de la Bombonera antes de la aparición del equipo, en medio de los desprolijos festejos, mientras los globos aerostáticos chocaban entre sí, completando un cuadro de contornos grotescos. A diferencia del festejo de la Copa Libertadores –aprovechado por Mauricio Macri como acto de cierre de campaña para su candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires–, esta vez todo lo que se armó desde la Comisión Directiva movió más a risa que a indignación.
Dos coloridos globos –uno rosa, verde y negro; y otro azul, rojo y blanco– ocuparon el centro de la escena a la espera de una gloriosa ascensión en el momento de la salida del campeón, para provocar una auténtica lluvia de papelitos, desde el cielo boquense. Pero no pudo ser. Vientos inesperados, o quizá telas berretas compradas en algún outlet, dificultaron la tarea de los que manejaban las sogas, quienes no pudieron evitar que los artefactos chocaran entre sí, cambiaran sus formas, se apretaran contra los palcos y finalmente se desparramaran, pinchados, sobre el pasto. Lo más pintoresco o patético, según se lo mire, fue que un par de empleados del club tomaron grandes puñados de papel picado para arrojarlos al aire, cumpliendo, a su manera, con la misión que tenían asignada los que debían subir con los globos.
El festejo no se pinchó porque la Bombonera estaba llena de gente que había ido con el firme propósito de cantar, gozar, divertirse y burlarse de River por sobre todas las cosas. Suele ocurrir, en estos casos que la fiesta que más disfrutan los de la tribuna es la que arman ellos mismos junto con los hinchas del propio equipo ubicados en otros sitios del estadio. Las dos veces que cantaron el “dale y dale, dale Boca” con la música del vals “Desde el alma” y una coreografía de cientos de miles de brazos en alto, se montó un espectáculo emocionante, único, increíble. “Hinchada, hinchada/ hinchada hay una sola/ hinchada es la de Boca/ las demás...”, corean normalmente los boquenses con el ego trepado a las nubes, para subrayar el momento. Ayer lo volvieron a hacer.
La gritería que provocó la salida del equipo a la cancha y el gol del empate de Javier Villarreal se puede comparar con la explosión que produjo la salida de Sebastián Battaglia, quien se despidió de la Bombonera. “No se va/ Seba no se va”, cantaron los hinchas y sonó casi como un ruego para que no sea transferido al Villarreal de España, porque saben que lamentarán, y mucho, su ausencia.
Una de las cosas buenas de la organización es que no hubo invasión y que los jugadores pudieron dar la vuelta olímpica sin demasiados colados. Giraron en torno del estadio al paso, con hijos, sobrinitos o pibes conocidos en brazos. Eso de que iban a dar la vuelta de la mano de Carlos Bianchi sólo se produjo, claro, en el sentimiento generalizado. El pelado DT se la pasó sonriendo, igual que el pelado Clemente, que no jugó pero se colgó una cámara para dejar testimonio del momento.
Durante todo el distendido encuentro con Olimpo, los boquenses tuvieron tiempo de desplegar todo el repertorio de cantitos. El último lo entonaron cuando el túnel se devoraba a los jugadores luego del pitazo final. Decía así: “Que el catorce, cueste lo que cueste/ el catorce tenemos que ganar”, en referencia a la fecha del partido contra el Milan. Los hinchas de Boca son insaciables.
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