Lun 09.02.2004
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FúTBOL

La pelota, manchada

El gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, se reunirá mañana con el presidente de la AFA, Julio Grondona, para plantearle que en su provincia están dadas las condiciones necesarias para producir para Adidas el balón “Tango” con que se jugará el Torneo Clausura. En esta nota se revela la trama de un conflicto de intereses donde se entrecruzan la FIFA, la AFA, los fabricantes cordobeses y la empresa alemana.

› Por Gustavo Veiga

En un sentido literal, es una cuestión de pelotas. Y hasta podría anticiparse que se trata de un asunto donde está en juego la virilidad; Julio Grondona debería explicarle mañana al gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, por qué no cumplió con lo que dijo en marzo del 2002: “Si podemos hacer una pelota que se llame AFA y eso significa darle trabajo a tanta gente, lo hago”. El político justicialista visitará al dirigente futbolístico al mediodía para plantearle que el polo industrial de su provincia situado en Bell Ville –conocida desde hace décadas como la capital nacional de la pelota– reúne las condiciones necesarias para ser proveedor de Adidas, la multinacional que produjo fuera del país el balón “Tango” con que comenzará a jugarse esta semana el campeonato de Primera División. La reunión se explica por un conflicto de intereses donde se entrecruzan la FIFA, la AFA, los fabricantes cordobeses, la empresa alemana, el gobierno provincial y en el que se ha pedido hasta la intervención del Estado nacional.
“La pelota no se mancha”, aseveró cierta vez Diego Maradona; Daniel Passarella sostuvo que en Bolivia no doblaba y los arqueros se excusan a menudo con una frase menos original: “Me picó mal”. Pero ocurre que ahora la redonda ha colocado en aprietos a Julio Grondona, y no porque la Selección Nacional juegue así nomás. Una declaración de la Legislatura de Córdoba aprobada el miércoles pasado sostiene que el presidente de la AFA “ha basado la decisión de comprar balones importados en la supuesta ausencia de calidad en la fabricación de los de industria nacional”. De la Sota intentará persuadirlo de que no es verdad y le solicitará al máximo directivo del fútbol argentino que su asociación otorgue un certificado de calidad a las pelotas producidas en Bell Ville y su zona de influencia para que “puedan ser utilizadas oficialmente en los torneos de ascenso y regionales”, anunció la gobernación.
Esta puja de intereses, con una deteriorada economía regional que intenta colocar su producto de un lado y un contrato hasta el 2010 que a la AFA le reporta 6 millones de dólares en efectivo por año, uno en indumentaria y el royalty de todas las ventas, también está determinada por lo que pueda hacer la FIFA, ya que la federación cobra un dólar con cincuenta centavos en concepto de regalías por cada pelota. La Cámara Argentina de Fabricantes de Balones (Cafaba) se queja de Grondona porque se reunió nueve veces con él y nunca obtuvo los resultados esperados. “Ahora nos damos cuenta de que nos engañó...”, le dijo Roberto Fuglini al diario cordobés La Voz del Interior.
Los fabricantes de localidades como Bell Ville, Morrison, San Marcos Sud y Ballesteros acaso no repararon en un detalle: Grondona es uno de los vicepresidentes de la FIFA –reelegido el pasado sábado– y, además, el responsable de su comisión de Finanzas. Aunque no tiene demasiado que ver con la indiscriminada importación de pelotas que, el año pasado, aumentó un 88 por ciento con relación al 2002 (de 828.851 a 1.555.095), según cifras aportadas por el Indec, la Aduana y Cafaba.
Sea como fuere, la AFA acaba de recibir críticas semejantes a las que se escuchaban en 1999, cuando el ingeniero Enrique Martínez, por entonces secretario de la Pequeña y Mediana Empresa del Ministerio de Economía, sostenía: “La AFA y Torneos y Competencias hacen enormes negocios con la pasión popular. ¿Por qué, entonces, no habrían de tomar un compromiso absolutamente marginal, en un área que les significa muy poco? ¿Por qué no limitan en todos sus torneos el uso de implementos deportivos sólo a proveedores nacionales? Sería importante que la AFA y TyC digan: nosotros solamente organizamos eventos que tengan pelotas nacionales”.
La diferencia entre aquel comentario de un ex funcionario de la Alianza y la situación actual es que ahora ésta salpica al vicecanciller Martín Redrado, a quien se atribuye la propiedad de Puntogol Sports Technology & Marketing, la empresa que controla los principales contratos de la AFA. Dos legisladores cordobeses, Eduardo Fernández y Ricardo Fonseca, redactaron un proyecto donde le piden al Ejecutivo nacional que se investigue si el economista (a cargo de los asuntos comerciales del Ministerio de Relaciones Exteriores) tiene acciones en la compañía socia de la AFA. “Si se comprueba que es cierta la vinculación de Martín Redrado con Puntogol, sería una vergüenza, porque la persona que debe promocionar las exportaciones argentinas estaría favoreciendo a una multinacional”, sostuvieron.
La pelota con que se disputan los distintos torneos argentinos fue producida en los últimos años por Cambuci SA (representante de Penalty), Signia, que colapsó en el 2003 por la caída del grupo Gatic que lideraba la familia Bakchellian, y ahora Adidas. En el invierno del 2002, una delegación de Cafaba visitó a Grondona en su despacho dispuesta a testear su producto en la FIFA, pero se topó con que le pedían 5800 dólares para hacerle los estudios a la pelota en Zurich, Suiza. La suma, en plena devaluación, resultó imposible de abonar. Y los fabricantes cordobeses regresaron a Bell Ville con las manos vacías.
Es curioso. Pero en esa localidad, el terruño donde nació Mario Alberto Kempes, también se patentó en 1931 el primer balón de fútbol sin tiento, con costura invisible y un sistema de válvula para inflarlo que tuvo su bautismo en el Mundial de 1934 disputado en Italia. Luego de que España, Francia, Brasil, Colombia y el país que gobernaba Benito Mussolini adoptaran la pelota nacional, aquí comenzó a utilizarse en 1937. De aquel útil –así lo llamaban los cronistas de la época–, muy parecido a una réplica color marrón que Grondona guarda como un preciado recuerdo en su oficina, pasaron casi setenta años.
Hoy sería imposible que aquella historia se repita. El producto se elabora entre otros países en Pakistán, donde la mano de obra infantil, en condiciones similares a la esclavitud, permite colocarlo a precio vil en el mercado internacional. La Argentina importó desde allí 706.337 pelotas el año pasado. Los dos protagonistas de la reunión de mañana deberían computar ese dato, más allá del millonario contrato con Adidas o de un rédito político circunstancial.

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