Lun 08.03.2004
libero

FúTBOL › RIVER VENCIO A INDEPENDIENTE, REDONDEANDO UNA GRAN ACTUACION

Milonga con variaciones

Montenegro dirigió la orquesta y sonaron afinados los violines de Lucho González, Salas, Cavenaghi, Sambueza, Fernández y Cía. para que River llegara a la punta. Independiente poco pudo hacer ante un rival muy superior y gracias a su arquero no perdió por una diferencia mayor.

› Por Juan José Panno

Los detractores de Pastoriza aseguran que las únicas indicaciones que les da a sus dirigidos son las que se refieren a la ubicación que deben tomar en la mesa en torno del asadito semanal que organiza para fortificar al grupo. Cuando a Independiente le toca perder, surgen los obvios lugares comunes en forma de chanza: se le desenroscaron los chinchulines, se pasaron los chori, se carbonizó toda la carne...
Dirán los detractores de Pastoriza que difícilmente River les podría haber metido cuatro si el entrenador hubiera tomado precauciones como las de armar una falsa línea de tres para que marquen cinco o doble línea de cuatro, o si directamente hubiera mandado a sus jugadores a colgarse del travesaño. Pero lo que no pueden negar los detractores del entrenador de Independiente es que River jugó muy bien y que en ese nivel más tarde o más temprano igual habría llegado a la goleada. Es que si River jugara todos los domingos tal como lo hizo ayer, si se muestra tan sólido atrás, si maneja con tanta precisión la pelota en el medio y arrima peligro con tanta asiduidad como lo hizo ayer, no habrá con qué darle. Y muy poca resistencia les podrán ofrecer los amigos del asadito y la improvisación o los enamorados del video y el pizarrón. Con River en este nivel no aparecen a la vista rivales capaces de pelearle mano a mano el título, podría decirse, asumiendo el riesgo de caer en el apresuramiento.
Leo Astrada, que no es precisamente un teórico de la sanata futbolera, dijo en la semana que no podía darles demasiados consejos a sus delanteros porque en su vida había hecho un puñadito de goles. Clarito y agudo. Tampoco debe haber hablado demasiado con los encargados de generar juego. “Vayan y hagan lo que ustedes saben”, les debe haber dicho a Montenegro, a Lucho González y al pibe Sambueza. Y el que hizo más caso que nadie fue Montenegro, que jugó como en sus mejores tiempos en Huracán, con una continuidad que nunca mostró en Independiente ni en sus primeros tiempos en River. En tres cuartos de cancha, escapando con inteligencia a la marca de Quinteros, que nunca pudo encontrarlo, se hizo eje del juego asociado que produjo River. Lucho González, ocupando el andarivel derecho, y Rubens Sambueza, sobre la izquierda, entraron en conexión permanente con Montenegro y también con Salas, que se tiraba varios metros atrás para asegurar la posesión de la pelota y la llegada limpia. Los goles y las situaciones fueron llegando una tras otra, como consecuencia de esa apabullante superioridad que exhibía River poniendo la pelota contra el piso y jugando a uno o dos toques en velocidad. En los 45m iniciales quedó todo liquidado:
1 a 0. Salas. Lucho González midió el pase y se la puso en cortada al chileno, que llegó cara a cara con Navarro Montoya y anticipó poniendo la punta del botín.
2 a 0. Montenegro. Tiro indirecto en la media luna. Un par de toques y remate bajo, picante de Montenegro contra el palo derecho del arquero de Independiente que se tiró bien, pero no llegó.
3 a 0. Cavenaghi. Parecía perdido, alejado del circuito de toque el 9 de River, pero en la primera pelota que le cayó bien, sacó el zurdazo bajo y Navarro Montoya la tuvo que ir a buscar de nuevo adentro.
Sólo la voluntad de Giménez y Ríos abría alguna perspectiva de milagro para la segunda etapa. Descontó Quinteros con un penal que le había cometido Ameli a Giménez y, para borrar cualquier peligro, sobre el pucho llegó el cuarto. Montenegro abrochó al rival, abrochó el partido y de paso le puso el cierre a su fenomenal actuación. Queda como dato final que el arquero de Independiente tuvo tres o cuatro notables intervenciones que impidieron que la distancia fuera aún mayor y que el asadito terminara en incendio.
River, más por méritos propios que por errores del rival, llegó a la punta de la mejor manera: con fútbol, toque y lujos.

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