Lun 26.04.2004
libero

FúTBOL › EMPATO 1-1 CON GIMNASIA DESPUES DE IR DOMINANDO Y DE ENCONTRARSE EN DESVENTAJA

River terminó sacándola barata

Perdió dos puntos, pero pudo haber dejado tres en las manos de su rival, en un partido que se cerró con una media hora electrizante. Después de casi 85 minutos de insistir ante el arco de Olave sin poder abrir el marcador, el equipo local sufrió el gol de Castillo, jugando mucho mejor. Un puntazo de Maxi López aseguró el empate.

POR DANIEL GUIÑAZU

River perdió dos puntos. Pero bien pudo haber dejado los tres en el camino. Gimnasia, que se armó para esperar y contraatacar, que fue peloteado en largos ratos del segundo tiempo y que con un empate retornaba más que satisfecho a La Plata, estuvo a cinco minutos de una victoria conmovedora que sólo la tozudez riverplatense convirtió en igualdad. Cuando el Monumental era el marco multitudinario de una injusticia y las esperanzas de darle alcance a Boca se convertían en una referencia lejana, Maxi López se llevó por delante una pelota que Olave le había tapado a Cavenaghi y el 1-1 puso, más o menos, las cosas en su lugar.
Griguol le complicó la vida a River con un planteo de viejo lobo. Puso una línea de tres (Olveira, Herner y Goux) que se hacía de cuatro cada vez que River tenía la pelota y bajaba Licht a posición de lateral izquierdo, otros tres adelante (Pautasso, Yllana y Pietravallo) con orden estricta de cruzar la línea media lo menos posible, un enganche (Choy González) y dos puntas, uno por afuera (Rueda) y otro por adentro (Cristian Castillo). Esa densa agrupación nunca debía perder el orden para ganar en eficacia. Y ésa fue la clave del partido: en la medida en que el esquema de Gimnasia pudo conservar su dibujo cauteloso, a River se le hizo difícil avanzar en la cancha, ir al frente, generar peligro.
En cambio, cuando en el segundo tiempo River consiguió la movilidad que le había faltado en el primero para llegarle a fondo a Olave, cuando Cavenaghi y Sand no fueron tan de punta y se tiraron unos metros atrás para escaparles a las marcas encimadas de Olveira y Goux, y Montenegro y Lucho González tuvieron espacios para picar al vacío y sorprender como no habían podido hacerlo en el comienzo, Gimnasia se incrustó en su área, perdió la posesión de la pelota que había podido compartir en algunos tramos del partido y River lo barrió de la cancha. Si no pudo convertir antes, fue por una sencilla razón: Olave resultó un muro infranqueable.
Entre los 6 y los 11 minutos, River fabricó más situaciones que las que había podido gestar en la primera etapa. Y todas, salvo una, murieron en las manos o en el cuerpo del arquero cordobés. Primero le tapó un remate a Cavenaghi, después un cabezazo a Garcé y, más tarde, un tiro a Cavenaghi y otro a Coudet en la misma jugada. Lucho González pegó un tiro en el travesaño y, en el rebote, Montenegro la mandó de cabeza por encima del horizontal. Y no hubo más. A los 17 minutos entró Gallardo por Sand, Montenegro fue de punta y River empezó a perder presión y claridad, seguramente desgastado por haber tratado de demoler esa pared pintada de azul y de blanco.
Los últimos 25 minutos fueron electrizantes. River, con Maxi López en la cancha en lugar de Coudet, con Mascherano empujando y jugando en el medio, y Garcé yendo arriba siempre, puso hasta lo que no tenía para perforar a Gimnasia. El visitante se reordenó con los ingresos de Germán Castillo por su homónimo Cristian y de Bartelt por Rueda, aguantó las embestidas con las manos de Olave y el despliegue del resto, y pudo sacar la cabeza del atolladero. A los 40 minutos, Licht se fue por la izquierda, habilitó a Bartelt, éste a Germán Castillo y su tiro desde afuera del área dejó helado al Monumental.
Increíble, pero cierto: River perdía corriendo más que Gimnasia y jugando mejor. El gol de López salvó la decepción justo a tiempo. Y un mano a mano que Costanzo le tapó a Bartelt, ya en los descuentos, pudo haber ahondado mucho más la pena. Los tibios aplausos del final dieron la pauta de que el alma de los millonarios había quedado herida: nadie esperaba empatar un partido que debió haberse ganado.

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