FúTBOL › RIVER QUEDO A UN PASO DEL TITULO, PERO PIENSA MAS EN BOCA Y EN LA LIBERTADORES
El festejo puede esperar un rato
La victoria sobre Lanús sirvió para sacar cuatro puntos de ventaja sobre Boca cuando quedan seis en juego, pero nadie piensa en eso: el superclásico del jueves por la Copa sigue captando toda la atención. El líder tuvo en Gallardo al conductor que lo llevó de la mano por el camino del fútbol bien jugado.
POR DANIEL GUIÑAZU
River empezó a ganarle a Lanús el jueves pasado por la noche, en el mismo momento en que Marcelo Gallardo vio la tarjeta roja ante Boca. Con el Muñeco en la cancha, el equipo remanente que Astrada armó para pasar el rato mientras el River real guarda piernas y pulmones para el desquite del jueves, tuvo el volumen de juego que le había faltado, sin ir más lejos, la tarde del empate ante Chacarita. Gallardo aportó pausa, cerebración, manejo, pases deliciosos, la cuota de buen gusto necesaria para destrabar un partido difícil y decisivo. Si lo suyo se acercó a la vergüenza en la noche negra de la Bombonera, ayer en el Monumental su fútbol volvió a parecerse a aquel que sólo unos pocos saben jugar.
Y conste que no fue brillante lo de River. No puede serlo jamás cuando la opción excluyente es la Copa, dejar a Boca en el camino la obsesión de todos y el Clausura pasa a ser un premio consuelo al que se le dedica un equipo formado de apuro, con los titulares que se van cayendo de la lucha semanal por la Libertadores. Pero esa mezcla de empuje aderezada con toques de buen fútbol que River volcó sobre la cancha alcanzó para construir un triunfo que viene bien para matizar la espera del partido del año y arrimarse a la ilusión del primer semestre: entrar en la historia conquistando Clausura y Copa.
Quedó dicho: River ganó porque lo tuvo a Gallardo en la conducción, porque el fondo estuvo bastante firme, Toranzo y Ahumada pusieron pierna y fútbol en la mitad de la cancha, Cuevas estuvo movedizo y criterioso con la pelota como pocas veces y Sand supo moverse bien entre Gioda y Ramón. Pero no le resultó sencillo conseguirlo. Lanús dio que hablar a pesar de su modestia. No se metió en el fondo para prenderse del empate y dio batalla con un mediocampo aguerrido en el que Carboni y Pelletieri se destacaron jugando y metiendo, no siempre en ese orden.
Su arma principal fueron los disparos de Serrizuela con pelota detenida. Cada tiro libre o corner que cayó en el área millonaria impulsada por el lateral derecho generó peligro. Y por esa vía llegaron los dos goles anulados a Lanús, que alimentaron la polémica en el primer tiempo. De un tiro de esquina vino el cabezazo de Gioda, el rebote en Lux y el gol de Andrizzi que Pezzotta anuló por offside del volante. Y de otro tiro libre, otro cabezazo de Gioda, una serie de rebotes, un tiro de Ramón y un gol que Pezzotta primero cobró sin haberlo visto y después anuló a instancias del primer asistente, Darío García, que le dijo que la pelota no había entrado pero que se calló lo principal: que Nasuti había salvado con un manotazo sobre la línea.
Esos dos goles que no dejaron ser opacaron hasta cierto punto el 1-0 que River había alcanzado con el gol de Sand. En el segundo tiempo, Lanús alcanzó un empate insólito (Lux pifió un pase atrás de Ahumada y Andrizzi igualó a puerta abierta) y agitó viejos fantasmas que empezaron a flotar sobre el cielo del Monumental. Ramacciotti ratificó que venía por los tres puntos metiendo a un enganche (Díaz) por un volante de marca (Carboni) y Astrada recurrió a Maxi López por Sand, mientras Gallardo iba por aquí y por allá, tratando de colar una pelota de las suyas dentro de la defensa visitante. Cuando afuera y adentro de la cancha gobernaba la inquietud, Cuevas le bajó a Toranzo un centro de Sambueza desde la izquierda y el derechazo cruzado del volante encarriló a River rumbo a una victoria que se celebró un ratito y nada más. El Clausura parece al alcance de la mano de River, pero la vuelta puede esperar. La verdadera historia se escribirá el jueves.
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