FúTBOL › OPINION
Esta vez salió bien
› Por Diego Bonadeo
Uno se enorgullece por haber nacido en la misma tierra de Lionel Messi o de Sergio Agüero, aunque casi cincuenta años antes que ellos. Pero ese orgullo enorme se diluye bastante, si de analizar la síntesis del flamante campeón mundial juvenil argentino se trata.
Y una vez más, tal como fue días atrás lo de la Copa de las Confederaciones, la responsabilidad de esa dilución del envanecimiento tiene relación directa no tanto en cómo se jugó sino en quién o quiénes se dispuso que jugaran y en quién o quiénes estuvieron ausentes de las formaciones iniciales.
Como quien esto escribe, un poco por cultura y bastante por pereza, le escapa a las estadísticas, no ha llevado la cuenta de los minutos en que Sergio Agüero estuvo en la cancha desde el partido inicial en que el menores de veinte nacional perdió 0-1 con Estados Unidos, señalar con certeza los tiempos en que el juvenil de Independiente participó del torneo resulta imposible, y solamente permite opinar que fueron exageradamente pocos. Lo que sí es incontrastable pasa por la ausencia del enorme Lionel Messi en la titularidad inicial del equipo.
Y con el transcurso del Mundial juvenil parecía –y en gran parte no parecía sino que así fue no más– que la cosa pasaba por el talento de Messi como casi única receta. Tampoco Vitti (es cierto que no demasiado cerca de su más que promisoria aparición meses atrás en la Primera de Central) tuvo demasiados minutos de competencia, pero recurrir a los que desde la más elemental obviedad pueden sintonizar con el juvenil de Barcelona –Agüero y Lucas Biglia por caso–, recién cuando llega el empate de Nigeria en el partido final, poco tiene que ver con la historia futbolera de los juveniles argentinos de una década a esta parte.
Aunque esta vez haya “salido” bien.