Lun 19.06.2006
libero

FúTBOL

Diario de viaje

› Por A. G.

“Te digo que no quiero ir. ¿Qué voy a hacer en Salta?” No hubo caso, por más que Griselda no quería hacer ese viaje de Tucumán a Salta, su madre casi que la obligó. Para colmo, nada salió como estaba previsto: la lluvia impidió llevar a cabo la travesía en el catamarán de su hermano, también se frustró la salida a un boliche con una prima y terminó esa noche en una peña folklórica. Jamás hubiese imaginado que ese viaje le iba a cambiar la vida y que seis años después sería la única voluntaria argentina en la ciudad de Nuremberg durante la disputa de la Copa del Mundo. Es que aquella noche, en la peña, Griselda conoció a Andreas, un ingeniero químico alemán que estaba de turismo en la Argentina y que llegó a Salta para viajar en el Tren de las Nubes. Entonces, los planes de ambos cambiaron. Andreas completó su excursión, volvió en tren a Buenos Aires, pero de inmediato se embarcó en otro viaje, esta vez para Tucumán. Era evidente que la cosa iba en serio. Allí se separaron, aunque no por mucho tiempo. Haciéndose pasar por su madre, Griselda escribió una carta al programa Sorpresa y media, para que le cumplieran su sueño de reencontrarse con Andreas. “Es verdad, hice trampa, je je...”, admite. Pero como la contestación de la producción nunca llegaba, Griselda decidió tomarse el avión a Deutschland por su cuenta. “No habían pasado dos semanas, que la llamaron a mi mamá para decirle que habían elegido mi historia. Pero yo ya estaba acá”, recuerda con una sonrisa. Lo cierto es que, con una visa temporal, Griselda se anotó en una agencia para cuidar chicos y, “casualmente”, un matrimonio amigo que necesitaba una niñera exigía como único requisito que fuese argentina. Igual, no todo fue sencillo. Para conseguir la visa por al menos tres años, debía tramitarla fuera de Alemania, por lo que viajó a Ginebra, donde Andreas fue el apoderado de la familia que la quería contratar y que se hacía responsable por su situación. Luego de tantos contratiempos y aventuras, la vida de Griselda y Andreas se estabilizó. Se casaron después de un tiempo y ahora ella trabaja para una empresa que hace reservas hoteleras por Internet. Además, hace un año que ya cuenta con la doble ciudadanía. Y con la Copa del Mundo, aprovechó su conocimiento del idioma para unirse a los voluntarios y hasta participó como traductora del equipo argentino. Incluso estuvo en el ya famoso asado de agasajo al plantel en un castillo, en el que Ayala brilló sobre el escenario. Su vida cambió a partir de aquella noche en la peña: “Pero conste que yo no quería ir”...

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