FúTBOL › ITALIA CONQUISTO EN LOS PENALES SU CUARTA COPA DEL MUNDO
Apoyado en un arquero notable, una defensa muy sólida, una actitud, al menos, cautelosa y una personalidad avasallante para los momentos complicados, la selección italiana ganó el título después de empatar 1-1 con Francia y desatar el festejo en los penales, pese a haber renunciado a jugar durante el segundo tiempo y el alargue. Triste despedida de Zidane.
› Por Ariel Greco
Desde Berlín
La vida es bella para Italia. Mientras la mayoría de sus jugadores seleccionados está envuelto en un escándalo que los amenaza con dejar sin equipos en el Calcio, al mismo tiempo la Azzurra se dio el gusto de festejar su cuarto título del mundo, tras los éxitos de 1934, 1938 y 1982. Luego del empate 1-1 en el Estadio Olímpico de Berlín, debió esperar hasta los penales para celebrar, definición que la había llenado de amargura en tres de los últimos cuatro mundiales. Pero como David Trezeguet falló el único penal de la serie, el equipo de Marcello Lippi dio la vuelta olímpica y desató el festejo enloquecido de unos 10 mil tifosi presentes. Para Francia, el final no pudo ser más triste, ya que Zinedine Zidane, su ídolo, se despidió del fútbol expulsado y sin Copa.
De acuerdo con lo que habían mostrado los dos equipos a lo largo del certamen, no era difícil suponer el encuentro que se iba a ver. Dos defensas muy sólidas, con pocos jugadores desplegados en función de ataque; la invitación no generaba demasiadas ilusiones. Sin embargo, fútbol al fin, todo pareció cambiar pronto: Materazzi rozó a Malouda cuando el francés se metía en el área y Elizondo pitó el penal. Zidane vs. Buffon. Y Zizou dejó en claro toda su frialdad y su calidad picando el tiro, que pegó en el travesaño y rebotó apenas unos centímetros por detrás de la línea. Era el gol que supuestamente necesitaba el partido para abrirse.
Claro que el equipo en desventaja era Italia. Y la sangre, la historia y la tradición tiran. Por eso, el conjunto de Lippi no se desesperó con la desventaja y siguió jugando tal cual lo había planteado desde la previa. Sin arriesgar, con poca gente distribuida en ofensiva, a la espera de que el simple correr del partido le diera la chance de igualar. Y el partido se la dio, por más que no forzó la situación. Corner desde la derecha, Materazzi se elevó por encima de Vieira y metió un cabezazo goleador, muy parecido al que ya le había convertido a República Checa. Lo que significó un alivio para Italia, también determinó la lenta agonía de la final. Es que Italia, sorprendida una vez, se juramentó que no le iba a volver a suceder. Y Francia, con Zidane bien tomado, dependía de lo que pudieran generar Malouda y Ribéry, de buen traslado, pero livianitos en la zona caliente.
Como en el segundo tiempo no hubo accidentes –pudo haberlo en un cruce de Zambrotta a Malouda–, el desarrollo se tornó monótono, casi tedioso. Lo único que salvaba al partido era el envoltorio. En otro marco, con otro contexto, la escasa mentalidad ofensiva de Italia y la uña más ambiciosa de Francia hubiesen expulsado a los espectadores. En cambio, embargados por el magnetismo de la final, los 70 mil espectadores que llenaron el Estadio Olímpico de Berlín aullaban convencidos de que estaban viendo un partidazo.
La mejor muestra para explicar lo poco que producían de ambos lados resulta la enumeración de llegadas tras el gol del empate de Italia:
- Cabezazo de Toni tras un corner, que pegó en el travesaño, en una maniobra casi calcada al gol de Materazzi.
- Corrida de Henry por derecha, que se sacó un marcador de encima y disparó al primer palo, pero Bu-ffon desvió el remate a un costado.
- Tiro libre de Pirlo que se fue muy cerquita del palo derecho de Bar- thez.
Para continuar con la enumeración, haría falta saltar hasta el suplementario. Y si bien Italia sacó una leve ventaja en llegadas, Francia lo compensó con una actitud un poquito más audaz. Estaba claro que el empate era justo.
Ya en el suplementario, con la seguridad de que un empate se traducía en la derrota, Italia terminó de recular ante una Francia que no se animaba a ir del todo. Igual tuvo dos chances clarísimas, que bien pudieron sentenciar el partido. En la primera, Ribéry combinó con Malouda y colocó un tiro cruzado que se fue muy cerca del segundo palo de Buffon. Y en la siguiente, el arquero italiano le sacó a Zidane un cabezazo que significaba la gloria. El francés entró solo por el medio para repetir el doblete de la final del ’98, pero le ahogaron el grito. Y claro, le cambiaron el guión de su película. Porque el retiro glorioso que imaginaba Zizou no pudo ser más amargo. Provocado por Materazzi, le metió un cabezazo a la altura del pecho y se ganó la roja, que lo dejó afuera de los penales.
Con uno menos, Francia se conformó con el empate, por más que inquietó con algunos contragolpes. Casi por obligación, Italia se adelantó unos metros, pero sin la convicción que había mostrado en el suplementario ante Alemania. Fue por eso que el único camino posible eran los penales. Y allí el que acertó fue Italia, para quedarse con un título fiel a su historia, apoyado en un arquero notable, una defensa muy sólida, una actitud, al menos, cautelosa, y una personalidad avasallante para los momentos complicados.
1-(5)- ITALIA
Buffon; Zambrotta, Cannavaro, Materazzi, Grosso; Gattuso, Pirlo; Camoranesi, Totti, Perrotta; Toni.
DT: Marcello Lippi.
1-(3)- FRANCIA
Barthez; Sagnol, Thuram, Gallas, Abidal; Vieira, Makelele; Ribéry, Zidane, Malouda; Henry.
DT: Raymond Domenech.
Estadio: Olympiastadion (Berlín).
Arbitro: Horacio Elizondo (Argentina).
Goles: 7m Zidane de penal (F); 19m Materazzi (I).
Cambios: 56m Diarra por Vieira (F); 61m Iaquinta por Perrotta (I); 61m De Rossi por Totti (I); 86 Del Piero por Camoranesi (I); 100m Trezeguet por Ribéry (F), 107 Wiltord por Henry (F).
Incidencia: 110m expulsado Zidane (F).
Definición: para Italia convirtieron penales Pirlo, Materazzi, De Rossi, Del Piero, Grosso. Para Francia, Wiltord, Abidal, Sagnol. Trezeguet desvió su remate.
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