Era un día veronista. Sobre el cielo de Estudiantes de La Plata asomaba un radiante sol futbolero. De la mano de su líder, el equipo platense ganaba con justicia, se sacaba de encima a Independiente y trepaba hasta la cima, dos puntos por encima de River.

Era un día veronista, en el momento en que la Bruja, con gran autoridad, colocó la pelota del penal contra el palo derecho de Assmann, que se había movido hacia el otro lado. Uno a cero. El resultado natural –y hasta un poco avaro, podría agregarse– para un partido entre uno que había buscado siempre y otro que no había atacado casi nunca; uno que quería casi todo y otro que no podía casi nada. En todo el primer tiempo y hasta ese penal, que se produjo en el arranque del segundo, todos los signos de admiración había que colocarlos antes y después del apellido de Verón, la gran figura de la cancha. Parado como volante central, ordenaba, quitaba, metía pases en profundidad, pelotazos con destino, quebraba y cortaba. Todo con el plus de la fineza de entrarle a la pelota con tres dedos, o de chanfle, o de taco, a favor de la pierna hábil del receptor.

En torno de Verón, Enzo Pérez se atrevía a gambetear, Moreno y Fabianesi jugaba a un toque y Galván exigía por la derecha. Caían centros y sufría Assmann. Una, dos, cinco situaciones de gol en los 45 iniciales, contra ninguna del rival. El partido estaba para Estudiantes y las pocas señales de vida del rival las daban Guillermo Rodríguez en el fondo, Pusineri en el medio y Denis arriba, bailando con las más fuleras.

La marcha veronista se empezó a detener después del gol. El líder se cansó un poco, sus compañeros se asustaron otro poco, Borghi y Sensini actuaron en función de lo se podía avecinar y cambió el clima. El equipo que había empezado con cuatro en el fondo (Independiente) se quedó con tres, el DT lo mandó a Mareque al medio y sumó un par de delanteros. El que había empezado con tres en el fondo (Estudiantes) armó la línea de cuatro con la entrada de Díaz por Moreno y Fabianesi, y le dejó a Pablo Piatti la responsabilidad de tener la pelota lejos de Andújar.

Como si recobraran la identidad de los tiempos en que jugaban, Sensini armó un equipo defensor y Borghi un cuadro delantero. Pero el gran cambio dentro de la cancha nació con la actitud de Lucas Pusineri, poniéndose al equipo al hombro. El dueño del primer capítulo había sido Verón, un jovato de 33 años capaz de ponerle pausa inteligente al juego superdinámico de estos tiempos. El dueño del segundo capítulo fue un jovato de 31 que aportó coraje y sabiduría. Y aunque Independiente no llegó tanto como su rival en la etapa anterior, el equipo se fue arrimando muy seguido hasta Andújar.

La mecha se encendió en la medida en que Estudiantes retrocedía para formar una trinchera de protección al arquero e Independiente atacaba por todos los flancos. Explotó a poco del final, cuando Pusineri (no podía ser otro) puso un excelente pase en profundidad y Denis (¿quién si no?) definió con categoría sobre la salida del arquero.

No fue un gran partido, lo jerarquizaron dos jugadores talentosos. La actuación de ambos es para ponerla en un cuadrito. La tapa de este suplemento es una especie de homenaje.

A Estudiantes le quedó un poco de gustito amargo y la sensación de que en el balance había sido un poco más. Pero la única verdad es la realidad: empataron uno a uno.

Estadio: Ciudad de La Plata.

Arbitro: Sergio Pezzotta.

Goles: 50m Verón (E), de penal, 86m Denis (I).

Cambios: 52m C. Ledesma (6) por Machín (I), 63m Sosa por Moreira (I), 67m J. Díaz por Moreno y Fabianesi (E), 73m Salgueiro por Lugüercio (E), 77m Piatti por E. Pérez (E); 88m Carrizo por Grisales (I).