FúTBOL › ARGENTINA, A DOS DíAS DE PARAGUAY Y A TRES FECHAS DEL FINAL DE LAS ELIMINATORIAS
El próximo partido será pasado mañana. No hay tiempo para encontrar un equipo. Hay que recurrir a los que están más enteros física y anímicamente.
› Por Juan José Panno
A tres fechas del final de las Eliminatorias, con la clasificación en veremos, hay que prender velas (nos negamos por principio) o aferrarse a los números: la Selección Argentina está cuarta con 22 puntos; quiere decir que si el torneo terminara hoy, estaría clasificada. En la tabla (ver página 4) se pueden ver las posiciones y un detalle que no es menor: la diferencia de goles de cada uno de los equipos (ya veremos por qué).
Descontada la clasificación de Brasil, Chile y Paraguay, y descontado que Perú y Bolivia están fuera de carrera, los aspirantes al cuarto lugar son cinco. Uno de esos cinco irá directamente al Mundial y otro disputará un repechaje contra el cuarto de las Eliminatorias de la Concacaf: hoy serían Costa Rica o México, pero no se puede descartar a Honduras y Estados Unidos porque están los cuatro muy apretados.
Argentina no depende de nadie, es decir que si gana sus próximos tres encuentros (Paraguay en Asunción; Perú en Buenos Aires o Rosario y Uruguay en Montevideo), estará adentro. Pero como el optimismo trastabilla con la realidad del juego del equipo, hay que entrar a hacer cálculos y mirar el programa de los otros.
- Colombia no la tiene fácil: debe jugar contra Uruguay, de visitante; Chile de local y Paraguay (seguramente ya clasificado) de visitante.
- Ecuador (que por suerte perdió contra Colombia, si no, estaría cuarto) tiene este programa: Bolivia en La Paz (la altura no los afecta demasiado); Uruguay en Quito y Chile (posiblemente ya clasificado), en Santiago.
- Uruguay juega dos partidos en su casa y uno afuera. Recibe a Colombia, visita a Ecuador y termina en el Centenario contra la Argentina.
- Venezuela, por su parte, debe jugar contra Perú y Paraguay de local y cierra con Brasil (clasificadísimo) de visitante.
Argentina tiene +2; Colombia -2; Ecuador -4; Uruguay +6 y Venezuela -7. En caso de empate en la cuarta y quinta posición se recurre a la diferencia de gol. Es decir, que si el equipo argentino empata una posición con los uruguayos, estaría en el horno.
Imaginemos este escenario: Uruguay y Argentina con chances de clasificación en el Centenario y los diarios hablando anticipadamente de la guerra del Centenario. Terrible. Otro escenario posible: Uruguay, ya eliminado, le devuelve favores a Argentina con chances, evocando Eliminatorias anteriores y de modo especial la de 2003. Más terrible todavía: sería lamentable tener que entrar por esa puerta trasera. Mejor imaginar otro escenario: una goleada contra Perú en Rosario (un 6 a 0, digamos) que asegure la clasificación. En ese caso, ¿se hablará de partido arreglado?
A esta altura, los números abren, todavía, demasiadas ventanas por los cruces de los rivales y las diferencias a favor, pero esta Selección Argentina tiene como principal enemigo su propia ineficiencia, sus dudas, su falta de línea clara y de un juego medianamente asociado. Todo lo que sobra de motivación, falta de fútbol. Estaba claro que, en Rosario, con un público fervoroso, con Maradona en el banco, con el golpe impactante de un video arengador, el equipo iba a dejar hasta la última gota de sudor sobre la cancha.
Pero también se podía esperar que los brasileños, transpirando menos y sin despeinarse, aprovecharan hasta el menor regalo para pasar la factura de su indudable e histórica superioridad. Si los dejan cabecear solos, te la mandan a guardar; si no se llega primero que ellos al rebote, te acomodan; si les tirás centros, cabecean ellos porque son más grandotes; si quedás mano a mano con el arquero y demorás, te la tapa; si los dejás mano a mano con un delantero de ellos, te la pica magistralmente.
Más allá de los errores propios y las virtudes ajenas, no está de más señalar que al equipo argentino todos los vientos del partido le soplaron en contra.
Se debe recordar que pudo ser gol la primera llegada a fondo antes de cumplirse un minuto (y si eso hubiera ocurrido, ésta sería otra nota); que los brasileños produjeron poco y nada en los primeros 20 minutos; que después del gol de Dátolo, enseguida encontró Kaká esa pelota en el medio, que dio inicio a la jugada del tercer gol y el final de la historia.
Pero Brasil ya pasó y hay que pensar en lo que se viene. A dos días del encuentro contra Paraguay en Asunción, hay que trabajar más con el inflador psicológico que con el pizarrón. No hay tiempo para otra cosa. Habrá que ver quiénes quedaron más golpeados anímicamente; quiénes se van a bancar mejor la presión del público paraguayo.
Maradona también deberá prestarles atención a las cuestiones físicas. La historia nos cuenta que después de golear a Venezuela, la mayoría de los futbolistas no podía levantar las piernas cuando les tocó enfrentar a Bolivia en La Paz.
Una cosa que bien se podría desterrar son las ideas del tipo “Mascherano más diez”, “Mascherano y Jonás más nueve” o “Mascherano, Jonás y Messi más ocho”. Seguramente convendrá pensar en once, lisa y llanamente. Once que dejen el alma, pero también que jueguen, toquen, pongan la pelota al piso para abrirles espacios a los rapiditos de arriba, hagan los relevos necesarios para que ningún rival cabecee solo, eviten los corners al medio del área que facilitarán los cabezazos de los defensores paraguayos, y no se regalen en una búsqueda desesperada que pretenda tapar en un minuto los noventa de Rosario.
No hay equipo y no va a aparecer mágicamente de la mañana a la noche, ni con un trabajo de urgencia. Pero hay buenos jugadores; salvando alguna aislada excepción, están los mejores. Es lo que hay. Y con lo que hay se puede llegar a Sudáfrica. O al menos sacar un buen resultado en Paraguay como primera escala.
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