FúTBOL › OPINIóN
› Por Daniel Guiñazú
Lo primero que hay que hacer es ponerse a trabajar. La fase del deslumbramiento ha pasado y ahora los jugadores de la Selección están esperando de Diego Maradona las propuestas que saquen al equipo del pantano en el que está metido y lo transformen en la expresión sólida que nunca (o rara vez) ha conseguido ser desde que el mito viviente de nuestro fútbol asumió la dirección técnica.
¿Tiene con qué Diego? Puede parecer irrespetuoso para con su grandeza como jugador cuestionar sus conocimientos futbolísticos. Dentro de una cancha, muy pocos vivieron lo que ha vivido él y casi nadie hizo lo que hizo él. La cuestión es saberlo transmitir. Y hasta el momento, Diego sólo ha transmitido obviedades. Nadie duda que parado en el medio de un vestuario o un campo de juego, o en una charla previa a un partido, Maradona sabe cómo llegarles a los jugadores. La cuestión es que se ha llegado a un punto en el que la arenga vibrante ya no alcanza. Hace falta algo más. Y eso no se inventa ni se disimula con palabras encendidas de fervor futbolero. Se tiene o no se tiene, así de simple.
Para Maradona, la motivación no es parte de su tarea sino que es toda su tarea. Intuitivo genial como futbolista, como técnico se ha limitado a tensar las cuerdas emocionales de sus jugadores, potenciando su autoestima. Pero hasta aquí no ha hecho nada interesante para armar un equipo, ni ha comunicado una idea precisa de qué es lo que pretende. No hay plan B en caso de emergencias porque tampoco hay plan A. Como antes Basile, ahora él y Bilardo sostienen que no hay tiempo para entrenar y que antes que entrenadores son meros seleccionadores. En verdad se trata de una mera excusa para encubrir la pobreza del trabajo que se desarrolla en Ezeiza.
En los entrenamientos de lunes a viernes previos a la derrota ante Brasil, lo único que hizo Diego fue alentar a sus jugadores y, cada tanto, impartir indicaciones simples que podría haber dado cualquiera que haya visto un par de partidos en su vida. El miércoles hizo la práctica de fútbol en la que confirmó los titulares, el jueves armó otro partido para definir a los suplentes mientras los titulares desperdiciaban la tarde jugando al fútbol tenis, el viernes se vieron unos videos de Brasil y listo, eso fue todo.
No hubo pruebas, no hubo ensayos, no hubo trabajos por línea, no hubo nada de lo que haría cualquier DT moderno. Improvisación pura, jugar a lo que salga, confiando en la inspiración de sus players. Esa parece ser la idea futbolística de Diego, y así no va. Por eso, la consigna del momento es arremangarse y ponerse a trabajar. Al menos para honrar, otro de los tantos privilegios que ha recibido en su fabulosa vida: aprender a ser técnico dirigiendo nada menos que la Selección Nacional.
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