FúTBOL › ESTUDIANTES SE ENTRETUVO CON SAN LORENZO
Con un gol de Boselli de movida y otro de Verón, que fue la figura del partido, el equipo de Sabella superó con facilidad a un inexpresivo San Lorenzo. Pudo ganar por más, pero sacó el pie del acelerador.
› Por Daniel Guiñazú
Estudiantes jugó con San Lorenzo. Le ganó como y cuando quiso. Le hizo dos goles estratégicos (el de Boselli a los 2 minutos del primer tiempo, el de Verón sobre el cierre de la etapa inicial) y lo superó en todas las variables del juego. Fue mucho más en rendimiento individual, funcionamiento colectivo, riqueza conceptual y generación de fútbol. Y hasta se dio el lujo de desentenderse del partido durante la primera media hora de la segunda etapa, dejando de hacer y dejándolo hacer a San Lorenzo, hasta poner al desnudo toda su inexpresividad, toda su confusión.
El fútbol lleno de lucidez y lucimiento, pero no exento de despliegue y sacrificio de Juan Sebastián Verón y Leandro Benítez, las pasadas veloces de Clemente Rodríguez por el lateral derecho, su tándem por el mismo lado con la habilidad de Maxi Núñez, la inteligencia de Sosa para ganarle las espaldas a Leiva y desde allí asistir a Boselli, y la solidez defensiva de Cellay, Desábato y Ré, terminaron siendo un combo insoportable para el equipo en el que Diego Simeone gesticula desde el banco sin que nadie logre entenderlo en la cancha. Estudiantes movió la pelota con seguridad, precisión y criterio. Y siempre San Lorenzo lo corrió de atrás sin poderlo alcanzar.
No hubo un minuto que haya escapado del control de los campeones de América. En esa primera media hora del segundo tiempo, Estudiantes lo dejó crecer a San Lorenzo porque ya estaba dos goles arriba en el marcador; el jueves debutará en la Copa Libertadores y, entonces, no tenía sentido seguir apretando el acelerador a fondo. Cometió, acaso, su único error de la tarde: quiso descansar sin manejar la pelota. Y le permitió a San Lorenzo merodear el área rival y lanzarle un par de centros que cabecearon Bordagaray, Aguirre o el uruguayo Alfaro. Pero fue sólo un espejismo.
Cuando a los 72 minutos fue expulsado Aguirre, el Ciclón bajó los brazos y se entregó mansamente a la derrota. Y Estudiantes volvió a ser Estudiantes. En ese rato final, todas las diferencias quedaron marcadas: las que separan a un equipo que sabe lo que quiere de otro que todavía no sabe bien qué es. A un equipo que vive y juega para seguir siendo campeón y otro que parece encaminado a coronar un pronto fracaso.
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