San Lorenzo se armó para aguantarlo a Estudiantes. Convencido de que ante Godoy Cruz a su equipo le había faltado peso en la mitad de la cancha, Diego Simeone engordó su medio juego al precio de adelgazar su ataque. Pero la apuesta conservadora le duró apenas dos minutos. Después del primer gol de Estudiantes, el técnico fue pegando volantazo tras volantazo sin poder rectificar nunca el periplo de su equipo rumbo a la derrota, la segunda en tres partidos jugados.

Lo único continuo en San Lorenzo fue el fracaso. Arrancó con un 4-5-1 en el que Leiva era el volante más replegado; Papu Gómez, un insólito doble cinco parado al lado de Kily González; y Bordagaray, el navegante solitario del ataque. Y a los 36 minutos del primer tiempo, Simeone lo convirtió en un 4-4-2 cuando lo sacó a Rusculleda, lo puso al oriental Emiliano Alfaro para que hiciera menos sola la soledad de Bordagaray arriba, y rearmó el medio juego con Gómez como volante por la derecha, Rivero y Leiva como doble cinco y Kily González abierto a la izquierda. Pero no se detuvieron allí los cambios de Simeone sobre la marcha.

De regreso para el segundo tiempo ingresó Nelson Benítez por Aureliano Torres, que no había parado a nadie por la izquierda, y pronto pasó a ser volante por la izquierda, pasándolo a González como doble cinco y a Papu Gómez como enganche. Luego se le ocurrió a Simeone un 3-3-2-2 que ideó cuando Menseguez ingresó por Leiva a los 67 minutos para jugar como volante adelantado por la izquierda, con Gómez abierto por el otro sector. Pero le duró poco. Con la expulsión de Aguirre, debió retroceder a Benítez a la línea de tres, el comodín Gómez fue volante por la izquierda y Menseguez, enganche o algo por el estilo. Y así terminó el partido: sin poder fabricar una sola situación de riesgo por acción de juego, sin poder manejar la pelota y sin poder recuperarla. Mal por donde se lo mire.