FúTBOL
-Penó más con los promedios que con la punta
-Otra vez se quedó afuera de las copas
-Les está pagando el sueldo a tres técnicos distintos
› Por Daniel Guiñazú
17º en el Clausura 2010 (22 puntos)
4º en el Apertura 2010 (31 puntos)
14 triunfos, 11 empates, 13 derrotas
Nunca estuvo en la pelea grande por los títulos del año. En la tabla anual terminó a 32 puntos (53 a 85) de Estudiantes, el equipo que más sumó. Por segundo año consecutivo, no alcanzó a clasificarse a las copas continentales. Consumió tres técnicos (Leonardo Astrada, Angel Cappa y Juan José López) en 38 partidos. Y sólo en las cuatro fechas finales del torneo Apertura alcanzó a zafar de la zona de Promoción, a la que puede llegar a volver si su arranque en el próximo Clausura no resulta satisfactorio.
Todos los indicadores entregan la misma respuesta: el 2010 ha sido una pesadilla para River. Sin embargo, sus millones de hinchas no lo sienten así. Creen que el triunfo en el superclásico ante Boca y el cuarto puesto en la tabla del Apertura, a 14 puntos del campeón Estudiantes, maquillan la decepción y envían un mensaje optimista de cara a 2011. Allá ellos.
Es posible que en su poltrona de nuevo presidente del club, Daniel Passarella haya minimizado a principios de año los riesgos del bajo promedio. Es cierto también que recibió una economía devastada y casi sin recursos y que trajo lo que pudo, seguramente mucho menos de lo que necesitaba. De los cuatro refuerzos contratados para el Clausura (Juan Manuel Díaz, Alexis Ferrero, Rodrigo Rojas y Gustavo Canales), sólo uno, Ferrero, se afirmó en la titularidad. Los otros casi no dejaron huellas.
El equipo requería otro tipo de inyecciones. Y así le fue en el primer torneo. Arrancó perdiendo en el Monumental 1-0 ante Banfield, ganó uno solo de los primeros siete partidos (1-0 a San Lorenzo) y tras una racha negra de cuatro derrotas al hilo (que incluyó un 0-2 ante Boca en la Bombonera) y una victoria en siete fechas, Passarella metió mano por primera vez: despidió a Astrada tras un empate a cero con Atlético Tucumán y buscó a Angel Cappa para tratar de jugar el fútbol que les gusta a los hinchas de River.
De esos cinco partidos finales del Clausura, el equipo de Cappa ganó tres y perdió dos. Venció 3-0 a Racing en Avellaneda con tres goles de Rogelio Funes Mori en el primer tiempo. Pero la última caída fue muy fea: Tigre lo goleó 5-1 en pleno Monumental y convenció al técnico de que debía armar un equipo nuevo para romper la amenaza del descenso peleando por el campeonato. Passarella no viajó a ver el Mundial a Sudáfrica. Se quedó en Buenos Aires y se dedicó a procurar los refuerzos que el momento le demandaba.
En el largo receso, se fue Marcelo Gallardo y llegó de todo. Jugadores que terminaron siendo indispensables (Carrizo, Maidana, Pavone, Román), otros a los que les costó sintonizar la onda millonaria (Arano y Acevedo) y otros (Ballón y Caruso) que no dieron la talla. El comienzo fue de película. Sin jugar bien, pero con el respaldo multitudinario de la gente, River empezó ganándoles a Tigre, Huracán e Independiente e ilusionando con ser campeón. Funes Mori hizo tres goles en esas tres primeras fechas y despuntaba como el gran artillero que se estaba buscando. El chiquilín de 17 años Manuel Lanzini prometía ser el gran hallazgo del semestre jugando como enganche. Pero después de un opaco 1-0 a Arsenal como local, todo cambió para mal.
River cayó 1-0 con Newell’s en Rosario y en una noche aciaga, se lesionó Matías Almeyda, el gran puntal anímico y futbolístico en la cancha y en el vestuario, y Quilmes le igualó 1-1 en el Monumental con un gol de cabeza de Miguel Caneo en la última jugada del partido. De ahí en adelante se enhebraron cinco empates consecutivos, Ortega no pudo gambetear sus penas, Diego Buonanotte nunca terminó de volver, y Cappa, además, desencontró el equipo. Lo que probaba en la semana, lo cambiaba en el entretiempo, y más que por los resultados, pasó a ser noticia por sus estallidos de furia en el banco por el fútbol que su equipo no jugaba.
Con River hundido en la zona de Promoción, el desenlace se veía venir. Y vino tras una mustia derrota por 1-0 ante All Boys en Floresta. Convencido de que no tenía más espalda para sostener a un técnico que había impuesto contra la opinión del resto de su Comisión Directiva, un día después, Passarella metió mano por segunda vez en el año: relevó a Cappa y le encomendó a Juan José López armar un equipo competitivo para ganarle el superclásico a Boca. Así se hizo y diez puntos logrados sobre doce posibles parecieron consolidar a J. J. en su puesto. Pero el 0-4 con baile incluido ante Estudiantes casi lo sacó volando.
El 4-1 final a Lanús llegó justo para tranquilizar los ánimos. Al final y por el momento, seguirá al frente J. J. López. Y sus desafíos continuarán siendo los mismos. Pelear el Clausura y ganarlo. Pero sin olvidarse de que la mano negra del bajo promedio lo estará rondando. Lista para atraparlo al primer paso no bien el 2011 que viene se parezca al 2010 que se va.
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