Lunes, 20 de junio de 2011 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
No queda del todo claro desde dónde Julio Grondona dijo, días antes de River-Lanús, aquello de que “da la sensación de que River no jugará la Promoción”. De todas maneras, la “sensación” del capo de la AFA fue ni más ni menos que una más de las paparruchadas de los tantos augures berretas –entrenadores, dirigentes y, muy especialmente, sedicentes periodistas– que jugaron a que pronosticaban solamente por decir algo, en algún caso, o a parecer original, en algún otro.
Sin embargo, la quintaesencia de lo que este fútbol vernáculo mezquino y ordinario nos entrega casi a diario fue una vez más la saga de los arqueros lesionados de Independiente, interpretada por el primer actor Ricardo Caruso Lombardi.
Como el 5-1 con que el equipo de Avellaneda despachó a Huracán echó por tierra las predicciones del petimetre de la barba candado, el entrenador de Quilmes –permanentemente requerido por pseudo comunicadores tan vanos como el propio Caruso– recurrió a una reflexión que no sería mal recibida por estos tiempos de jugadores exageradamente obedientes: que los futbolistas de Independiente no habían acatado las órdenes del entrenador Antonio Mohamed. “No le hicieron caso al técnico y se rompieron el alma”, sostuvo, antes de asegurar, en el colmo de la chantada: “No me sorprendió la victoria de Independiente. La presión que les metí yo hizo que convirtieran cinco goles”.
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