FúTBOL › LAS LECCIONES QUE ENTREGA LA ELIMINACIóN DE LA COPA AMéRICA
La Selección arrancó el torneo con un equipo armado al que había que buscarle rodaje y se fue del certamen envuelto en conclusiones negativas. Las culpas de Batista, las responsabilidades de los futbolistas, el papel de Grondona.
› Por Ariel Greco
Desde Santa Fe
La eliminación por penales ante Uruguay sumó una nueva frustración a la Selección Argentina. El disparo casi entregado a las manos de Muslera que falló Carlos Tevez, justo uno de los focos de conflicto más evidentes del ciclo, terminó de consumar una debacle que podía presentirse por un proceso que arrancó con mucha confusión y polémica desde la elección de Sergio Batista como entrenador y que, lamentablemente, lejos de avanzar, parece retroceder con cada movimiento. A pesar de las malas experiencias recogidas, el fútbol argentino parece empecinado en repetir errores, como si cada lección sufrida fuese imposible de asimilar de cara al futuro.
La palabra “fracaso” suena dura. Tan bastardeada y mal utilizada en el mundo del fútbol, siempre resulta difícil utilizarla a la hora de un balance serio. Pero a la participación de la Selección en la Copa América disputada en casa no le cabe otro calificativo. No por haber perdido en cuartos de final, que no deja de ser un resultado que puede ser producto de una casualidad, una mala noche o un accidente futbolístico. Incluso la eliminación llegó por penales en el mejor partido del equipo, ante el rival más calificado de los cuatro que se enfrentaron y de manera inmerecida por el desarrollo de los 120 minutos.
El fracaso nace en los caminos elegidos, las decisiones tomadas a lo largo del proceso y los rendimientos que se fueron teniendo, que decantaron en que no se llegara al destino deseado. Lo concreto es que Argentina hizo muchas cosas mal para tener como adversario a Uruguay en una instancia tan temprana del torneo. Simplemente con repasar la campaña se verifica que sólo se le ganó a una selección semi-amateur de Costa Rica y que no se pudo superar a Bolivia, desde hace casi una década la selección más débil del continente. Con haber vencido, apenas, al conjunto del Altiplano, ya la historia hubiese sido distinta, con otro adversario en los cuartos de final.
Para llegar a la eliminación, los errores de la conducción fueron evidentes. Batista arrancó con una lista descompensada, con superpoblación de volantes centrales y delanteros, y una notoria falta de mediocampistas ofensivos y por los costados. Para colmo, luego fue perdiendo el rumbo a lo largo del torneo. El equipo que terminó jugando ante Uruguay, con un mediocampo integrado por Pastore, Biglia y Tevez, lo demuestra. Pero no fue lo peor. El técnico minó su credibilidad, algo que será difícil de remontar, y no supo manejar las presiones externas, que terminaron incidiendo primero en el armado del plantel y luego en el del equipo.
El affaire Tevez, de borrado a titular y luego al banco en dos semanas, lo debilitó. La frase “Messi es mi nueve” también lo dejó mal parado, ya que tras dos partidos mutó en que “el equipo necesitaba un nueve de área” para justificar el ingreso de Higuaín. Los cambios en los partidos, en muchos casos para congraciarse con los pedidos del público, provocaron más confusión que soluciones. Esgrimir como excusa que la Copa América no era un objetivo en sí mismo sino un banco de pruebas para las Eliminatorias, también resultó un argumento muy pobre. Y que, si igual se lo diera por válido, tampoco se cumplió. Es esperable que la mínima autocrítica que esgrimió Batista tras la eliminación haya sido una declaración para salir del paso, pero a partir de los antecedentes, y no sólo de este cuerpo técnico, difícilmente la lectura sea muy diferente a la del sábado.
A partir de los dichos del técnico sobre la meta propuesta, el retroceso es significativo. Batista arrancó el torneo con un equipo armado al que había que buscarle rodaje y se fue del certamen envuelto en conclusiones, en casi todos los casos negativas.
- No queda claro el sistema táctico que pretende implementar.
- Su idea original de tres volantes centrales fracasó.
- La dupla de zagueros mostró que no está a la altura de lo que necesita la Selección.
- Sus apuestas de renovación no terminaron rindiendo (Lavezzi, Banega o Rojo, por ejemplo).
- Ya sea por rendimiento o por edad, hay futbolistas que dejaron la sensación de ciclo cumplido.
- La consolidación de Romero en el arco, la recuperación de Gago como jugador seleccionable y la confirmación de Higuaín como un centrodelantero que genera juego y que puede definir, son de las pocas cuestiones a rescatar.
El caso Messi es un tema particular. La Copa América del mejor jugador del mundo no resultó brillante, pero terminó siendo aceptable. El error parte del que quiere encontrar en Messi el líder anímico del equipo. No lo es y nunca lo será. Por carácter, no está en su naturaleza, por lo que esa bandera tiene que levantarla otro compañero. Messi nunca va a ser el caudillo que arengue a la tropa, que la levante en la adversidad y que empuje a los suyos a una victoria épica. Ahí radica la diferencia con Maradona, que reunía como nadie esas dos características. Lo que hay que exigirle al crack del Barça es que sea el líder futbolístico, algo que volvió a mostrar (salvo en el encuentro ante Colombia, donde jugó muy por debajo de su nivel). En los restantes partidos cumplió, se brindó por el equipo, mostró ganas y asistió muy bien a sus compañeros. En cambio, ninguno de los suyos pudo dejarlo en posición de gol en los 390 minutos de Copa América que jugó la Selección, por lo que todas las chances propias tuvo que fabricárselas solito. Tal vez en ese punto se pueda explicar la racha de 16 partidos oficiales en los que Messi no convierte goles.
Otro dato que no se debe pasar por alto es la responsabilidad de los futbolistas. Desde la Copa América 2007, cuando se concretó un gran torneo hasta caer en la final con Brasil, la Selección fue perdiendo identidad y prestigio, con resultados y rendimientos lejanos a lo que se puede esperar. En ese lapso pasaron tres entrenadores, Alfio Basile, Diego Maradona y Batista, que –más allá de nombres puntuales– trabajaron con la misma base de futbolistas. Seguro que los tres tienen sus responsabilidades por no haber extraído el máximo potencial y no lograr que rindan como en sus clubes europeos. Pero también es real que a muchos jugadores les ha faltado rebeldía y compromiso para revertir la situación. Se han entregado a la adversidad, como resignados a esa mala fortuna, sin una voz de mando que se plantara y que mostrara el camino, al menos, a través del espíritu.
La Copa América 2011 ya es historia para la Selección Argentina. Una nueva frustración y, esta vez, con el agregado de un fracaso rutilante. La lógica indicaría que lo conveniente sería aprender de la experiencia, desterrar errores crónicos y replantear toda una estructura que dio claras muestras de su ineficacia, desde la cabeza de Julio Grondona, pasando por el decorativo y hasta triste papel del secretario técnico Carlos Bilardo y terminando en el cuerpo técnico de turno. Pero, claro, la lógica en el fútbol argentino es la figurita más difícil del álbum.
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