FúTBOL › SE DIO COMO SE HABíA PREVISTO
› Por Pablo Vignone
La bomba pareció arrojarla Rodolfo Arruabarrena, el entrenador de Tigre, cuando en la semana afirmó: “Firmo ya, Arsenal campeón y Tigre se salva de todo”. Los pícaros pretendieron leer entre líneas que el técnico había entrevisto el futuro. Arruabarrena se explicó mejor, sus jugadores le retrucaron que al título querían pelearlo aunque la prioridad fuera salvarse de la Promoción, pero al final salió como apuntaba el técnico, como cierre de una fecha en que el envase superó largamente al contenido.
Curioso: Arsenal, un equipo reputado históricamente por su minimalismo atacante, terminó siendo el de mayor eficacia goleadora en el Clausura, junto a Boca, ambos con 30 goles, uno más que Tigre, aunque lo demostró bien poco en una jornada caliente. Los siete partidos apretados entre las 15 y las 17 con cosas para decidir regalaron una catarata de goles: 24, con un promedio de 3,42 tantos por partido.
Una cifra llamativa, teniendo en cuenta que el promedio de gol del Clausura terminó siendo de 2,3 (438 tantos en 190 encuentros), una cifra muy superior a la alcanzada en el torneo pasado, el Apertura 2011, donde apenas se marcaron 373 tantos (1,96), acaso porque las definiciones candentes en la zona de los promedios estaba todavía lejos (Tigre, que terminó séptimo en el Apertura 2011, marcó 22 tantos; Arsenal, sin apremios, acabó 13º con 21 goles; ambos equipos incrementaron casi un 50 por ciento su potencia de gol en este certamen).
En cinco de los siete partidos jugados ayer se marcaron 4 goles, una marca muy por encima de la media; en Banfield, Colón anotó tres y paró la cuenta; a Arsenal, en cambio, que hasta ayer había convertido 29 goles en 18 partidos (1,6 por encuentro), le alcanzó con un solo tanto para alcanzar su sueño: como dice Julito Grondona: “Arsenal te provoca sueños y después te los cumple”. Es verdad.
Uno de los últimos goles de la catarata de 24 fue el de Cachete Morales, de penal, el que le daba el empate a Tigre y lo ponía definitivamente a salvo, a poco más de diez minutos del cierre. “Si no hubiéramos estado tan complicados con el promedio, mandaba a todos al ataque”, se sinceró Arruabarrena. Su firma virtual le sugería otra cosa. Se trataba de que celebraran tanto en Sarandí como en Victoria. En definitiva, ese empate privó a los hinchas que no son ni de uno ni de otro –la inmensa mayoría– de lo que podía haber sido una final de infarto por el título, transparente y atractiva. Pero Arsenal les ganó, durante el torneo, a sus perseguidores: a Tigre primero y a Boca después. Terminaron teniendo el efecto de dos finales anticipadas.
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