Lunes, 11 de marzo de 2013 | Hoy
FúTBOL
Orban, el mejor futbolista de Tigre, frenó todos los intentos del equipo de Boedo, al que no pudieron rescatarlo sus individualidades. Un penal dudoso cobrado por Ceballos le dio la ventaja a la visita.
Por Ariel Greco
Hace apenas siete días, San Lorenzo había sorprendido con una actuación convincente, que llevó a que los ojos futboleros se posaran en su juego. Una semana después, el equipo de Pizzi dejó de lado esa imagen positiva y se transformó en una formación previsible, que chocó más de lo que jugó y que terminó perdiendo con justicia 1-0 ante Tigre.
¿Que cambió del triunfo ante River a la caída ante Tigre? En la formación, sólo fueron dos variantes obligadas: Piatti por Alan Ruiz y Bordagaray por Buffarini. Pero esas modificaciones tuvieron una enorme incidencia en la producción del equipo. En principio, porque los ingresados mostraron una prestación bastante menor a los dos ausentes. Y además porque las características de los nuevos obligaron a desarrollar otra estrategia, que repercutió para mal en el rendimiento.
Ante una línea de tres como la de River, la idea de desdoblamiento por los costados y los desbordes se habían convertido en la llave de la victoria. Tigre planteó una defensa similar, pero esta vez San Lorenzo nunca pudo imponer el 2-1 que tan buenos resultados le había dado ante River. En ese sentido se extrañó la dinámica de Buffarini. Además, del otro lado estuvo Orban, la figura de la cancha, que se encargó solito de neutralizar cada intento de los locales por ese sector del campo.
La otra diferencia estuvo en la estrategia de Tigre, bastante diferente a la idea de golpe por golpe que buscó imponer River la semana pasada. El conjunto de Gorosito supo utilizar la pelota como recurso defensivo, con lo que no pasó grandes sobresaltos en el área de García, y le puso pausa al ritmo intenso que pretendía imponer San Lorenzo. En ataque planteó poco, pero con el simple argumento de colocar a un zurdo picante y hábil como Botta por la derecha complicó al fondo rival.
Precisamente en los pies del talentoso volante llegó la apertura del marcador, luego de dos remates consecutivos que rebotaron en Cetto. En el segundo, Ceballos interpretó que hubo mano del rosarino y el propio Botta anotó el penal con un remate a colocar. El tanto no cambió demasiado el desarrollo, salvo porque le agregó más nerviosismo a San Lorenzo. Entonces, Tigre ya tuvo el trámite que pretendía, con toda la obligación del lado de su rival y con la serenidad propia que le daba el marcador.
Sin individualidades que pudieran rescatarlo y con un juego colectivo anodino que no producía nada por el medio y no conseguía desbordes por los costados, el ataque de San Lorenzo se limitó a centros frontales desde tres cuartos, que le permitieron lucimiento a los zagueros visitantes. La única preocupación de Tigre era el desgaste por los partidos acumulados, pero Gorosito lo solucionó con una doble línea de cuatro que clausuró toda chance local. Y de haber tenido mayor efectividad en ataque, habría ganado con más facilidad ante un rival que cambió su imagen en sólo siete días.
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