FúTBOL › EL LOCAL E INDEPENDIENTE FORCEJEARON MáS DE LO QUE JUGARON Y SE OLVIDARON DE LOS ARCOS
Las cabezas vendadas de Izquierdoz y Tula sintetizan la fricción que predominó en el cero a cero final, aunque el equipo de Avellaneda estuvo un cachito más cerca de la posibilidad de abrir el marcador. Newell’s quedó como único puntero.
› Por Pablo Vignone
Al fútbol le prometieron una fiesta en Lanús pero, lejos de gozarla, salió lastimado. Choque de cabezas, de torsos, de imprecisiones, de afanes: más que un árbitro, el partido necesitó un inspector de tránsito para controlarlo. Entre topetazo y topetazo, quedó mejor parado Independiente, aunque su deseo de salir ayer de la zona de descenso chocó (no podía ser de otra forma) con la victoria de Quilmes en Santa Fe.
Habrá que convenir que, a lo largo del campeonato, Lanús ha venido declarando más intención de juego que concretando esa realización con eficacia. Y aunque la primera es una actitud que merece completo respaldo, la segunda acaso no lo lleve por los caminos que los hinchas pretenden que el equipo vaya a transitar en los tramos de cierre del torneo. Perdió la potencia del arranque, cuando anotó 8 goles en los primeros tres partidos, y ayer no tuvo una sola situación clara de gol a lo largo de los 90 minutos, prueba de que no jugó como el conjunto con aspiraciones de punta que debe ser a esta altura del certamen, cuando quedan seis fechas.
En ese aspecto lo superó Independiente, que con mayores limitaciones futbolísticas –no por nada atraviesa el momento actual– volvió a mostrar compromiso, una fibra distinta respecto de lo que solía ser cuando lo dirigía Gallego. Siempre al borde de lo cuestionable en el rigor físico (sumó 14 faltas contra apenas 6 de Lanús, contra Tigre también había sacudido la pierna de lo lindo), se vio favorecido con la expulsión de Pizarro a la media hora, tras una falta sobre Tula.
El árbitro Delfino aplicó la roja directa y dejó al equipo local sin su rueda de auxilio. Lanús lo sintió, pero hasta la expulsión tampoco había sido mejor. Nunca supo salir de la madeja que le tejió Independiente en el medio, que le achicaba los espacios contra su salida del fondo, y se vio obligado a rifar la pelota, a jugarla sin tino, a hacerla circular por momentos a una velocidad excesiva e incontrolable. Ni siquiera con Chávez en el segundo tiempo, para intentar la pausa, logró afirmarse el local. En el revuelo aprovechaba el equipo de Brindisi, al que el punto le sabía más dulce.
Una síntesis del partido la ofreció Tula, con una enorme venda roja alrededor de la cabeza, producto de un encontronazo temprano con Izquierdoz. Su calidad de combatiente, chocando, arrojándose al piso, cortando y más empeñado en disputar que en jugar, terminó con ese gesto de conformidad cuando se fue, también expulsado, a 15 minutos del final, tras una falta sobre Romero. Si Maravilla Martínez peleó en la cancha de Vélez, ¿por qué no iban a forcejear Lanús e Independiente en otro estadio de fútbol?
La sonrisa final fue de Independiente, no sólo porque se llevó un punto, no sólo porque no perdió, sino también porque, además, estuvo más cerca del triunfo, si tal idea de un ganador es compatible (lo que se duda) con el trámite del encuentro. Dispuso de la situación más clara cuando Vallés puso un pase largo a espaldas de Goltz para el pique de Adrián Fernández, que forcejeó a la carrera durante 20 metros y sacó el disparo que, con angustia, Marchesín desvió al tiro de esquina. Con un poco más de fortuna, como tuvo ante Tigre, una semana atrás, Fernández habría sido, otra vez, el héroe del Rojo.
Estadio: Lanús.
Arbitro: Germán Delfino.
Cambios: 46m, Chávez por Blanco (L); 59m, Miranda por Mancuello (I); 66m, Ferreyra por Fredes (I); 87m, Pereyra Díaz por Romero (L).
Incidencias: 30m, expulsado Pizarro (L); 75m, expulsado Tula (I).
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