Lun 21.04.2003
libero

FúTBOL › OPINION

¿Quién decide qué cosa?

Por Diego Bonadeo

El viernes, con el 2-1 entre Independiente y Huracán, se largó esta nueva fecha del Clausura 2003. El sábado jugaron Chicago-Chacarita y el 2-0 de Banfield sobre Vélez provocó que en tiempo suplementario hubiese batahola entre los hinchas de Vélez y la policía. El domingo a la mañana, en cancha neutral (la autopista 9 a la altura de Zárate, en el peaje, la rosca “interbondis” –los hinchas de Newell’s que venían de Rosario hacia la cancha de Boca y los de River que iban hacia la cancha de Rosario Central– dejó por lo menos dos muertos que no se contabilizarán para la tabla de posiciones. Mientras algunos juegan –bien, regular o bien, y ganan, empatan o pierden– otros, como en este proceso electoral que a muy pocos interesa de verdad, compran punteros, queman urnas, hacen fraude o mienten encuestas.
Tanto en el fútbol como en la vida –es cierto que en estas elecciones no se nos va la vida pero la vida se nos va igual porque optar no es elegir– seguimos acorralados por quienes desde el poder –el de la vida y el del fútbol, que en definitiva son el mismo poder– nos llevan a ser permanentes rehenes de la “la continuidad de los parques”, aquella sabia sentencia de Julio Cortázar, que por estos días fue recurrentemente recordada en la Feria del Libro por, entre otros, el compañero Miguel Bonasso.
Si se juega como se vive, también se impide jugar como se impide vivir. Provocar lo que sea, antes, durante o después de los partidos, para que nada sea normal, naturalizando lo antinatural, es para el fútbol lo que provocar lo que sea antes durante o después de las elecciones, para que nada sea normal, naturalizando lo antinatural para la vida. Y, por ejemplo, Luis Barrionuevo, senador nacional con fueros por serlo, y presidente de Chacarita, con fueros por ser parte del poder que decide sobre prácticamente todo, es el típico caso testigo, aunque no sea ni barrabrava de Vélez –por los episodios del sábado en Banfield– ni viajero de los micros que se cruzaron el peaje de Zárate.
Tanto los unos como los otros, esto es los que deciden cómo se debe vivir y cómo se debe jugar, se empeñan militante y minuciosamente en conseguir que no se viva y que no se juegue. O, por lo menos, que no se viva y que no se juegue, a menos que sean ellos quienes determinan cómo y de qué manera.
De todas maneras, ni las elecciones –éstas, las del domingo 27, por lo menos– ni un partido de fútbol deciden en serio. O, en todo caso, no más allá que un lugar en el sillón de Rivadavia o un lugar en la tabla de posiciones.

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