FúTBOL › EL EQUIPO DE BIANCHI EXHIBIó SU NUEVO ESQUEMA
Con la intención de tener más presencia en el mediocampo, Martínez y Sánchez Miño terminaron siendo claves. River no pudo exponer alguna variante táctica y finalizó sumergido en la misma irregularidad que el año anterior.
› Por Daniel Guiñazú
Pasó el primer Superclásico del verano. Y sin que le haya sobrado puntaje, en Mar del Plata, Boca sacó una mejor calificación que River. El 1-1 final tiene el mismo tamaño que una anécdota. Lo que vale son las sensaciones que dejaron noventa minutos poco amistosos que tendrán su réplica, el próximo sábado 25, en el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba y el sábado 1º de febrero en el Malvinas Argentinas de Mendoza.
Pocas veces Boca fue más que River. Pero casi nunca resultó menos. Once contra once en el primer tiempo y diez contra once en el segundo, tras la expulsión de Daniel “Cata” Díaz por un exceso verbal, el partido se jugó más como quiso Carlos Bianchi que como lo pretendió Ramón Díaz. En la etapa inicial, a Boca le funcionó bastante bien el nuevo 4-2-3-1 que pondrá en el torneo Inicial a partir del segundo fin de semana de febrero. Juan Manuel Martínez, asumido como el nuevo volante derecho del equipo, el explosivo debutante Luciano Acosta y Juan Sánchez Miño (autor de un golazo de tiro libre) tuvieron una movilidad y una intensidad con y sin la pelota que les faltó a Carbonero, Ledesma, Ponzio y Vangioni, los cuatro mediocampistas que colocó River, con Lanzini jugando más arriba como enganche.
En el segundo tiempo, Bianchi reformó la estructura. Lo sacó a Acosta y puso a otro zaguero juvenil, Joel Rodríguez, para conservar la línea de cuatro y armó por delante otra línea de cuatro con Martínez, Ledesma, Gago y Sánchez Miño, y Gigliotti sólo arriba. El 4-4-1 dio resultados. River tuvo la pelota, pero lejos del arco que empezó defendiendo Orion y terminó cubriendo Trípodi. Más allá de algún sobresalto aislado, ninguno de los dos arqueros boquenses pasó una noche intranquila.
Y es esa tibieza la que no lo debe haber dejado dormir tranquilo a Ramón. Sus declaraciones posteriores fueron de circunstancia. Y River estaría en problemas si su técnico de verdad creyera que todo salió más o menos bien. Es cierto que en uno y otro caso se trató del primer partido de la pretemporada, y que el objetivo es poner a punto los equipos recién para dentro de tres semanas. Pero no hubo grandes diferencias entre el River que dio pena en el torneo Inicial y este que no pudo hacer valer el hombre de más que tuvo en los últimos 47 minutos del Superclásico marplatense.
Volvió a entregar River más de lo mismo. Fue un equipo tibio, inexpresivo, poco intenso y sin liderazgo. Faltó presencia para pelearle a Boca el mando cuando los dos estaban completos. Y faltaron también fútbol y decisión para subrayar en el segundo tiempo, la ventaja de la superioridad numérica. Ledesma y Ponzio no se hicieron sentir en el medio. Carbonero no abrió la cancha como debió hacerlo por la derecha. Lanzini bajó demasiado para pedir una pelota que debió haberle llegado más arriba y, salvo dos buenas asistencias de Teo Gutiérrez a Cavenaghi, la doble punta ensayada no funcionó. Al colombiano, el partido de a ratos pareció resbalarle. Cavenaghi se pasó de revoluciones y fue expulsado sobre el final por una dura entrada desde atrás a Ledesma.
Sólo estuvo a tono el despliegue de Vangioni, jugando de a ratos como lateral izquierdo y en otros como volante por el mismo sector. Después, en River todo sigue como antes. Los grandes cambios se verifican afuera de la cancha, con la llegada a la presidencia de Rodolfo D’Onofrio y su séquito de asesores VIP (Francescoli, Alonso, Fillol). Adentro, en el verde césped, las buenas noticias brillan por su ausencia. No hay dinero para una segunda incorporación. Ramón Díaz, por lo tanto, tendrá que arreglarse con lo que hay, que no es mucho.
Boca fue más compacto. Pero tampoco un dechado de virtudes. Hernán Grana, el nuevo lateral derecho, mostró fortaleza para pasar al ataque, pero debilidad a la hora de la marca. Y en su regreso como segundo marcador central, Juan Forlín tuvo rapidez para cruzar sobre los costados, pero no controló el tráfico aéreo (en el área boquense, River ganó en lo alto más de la cuenta). Con Gigliotti aislado arriba, faltó llegada. Pero sorprendió por su rapidez, habilidad y desparpajo el chiquilín Luciano Acosta. Lo suyo duró apenas 45 minutos y luego fue reemplazado. De todos modos valió, por lo menos para considerar a Acosta como una nueva buena alternativa en caso de que sigan sucediéndose las lesiones de Juan Román Riquelme, el gran ausente de todo este tiempo.
Terminada la función estreno en Mar del Plata, el circo del Superclásico mudará su carpa a Córdoba. Allí habrá un nuevo show el próximo sábado, casi con los mismos protagonistas. Después del mal 2013 que compartieron, ni a Boca ni a River, ni a Bianchi ni a Ramón Díaz, les sobra paño como para andar haciendo experimentos. Parecen amistosos estos partidos del verano. Pero no lo son. Ni lo serán.
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