Lunes, 20 de enero de 2014 | Hoy
FúTBOL › POSTALES MUNDIALISTAS
Empezó con el pie derecho, aunque le pegaba tan bien y con tanta violencia con la zurda como con la derecha: tres goles en la victoria de Francia ante Paraguay 7-3. En el segundo partido, Francia perdió contra Yugoslavia 3-2 y sumó esos dos goles de su equipo. Luego hizo uno en el 2–1 contra Escocia, dos en el 4-0 a Irlanda del Norte, uno en el 2-5 ante Brasil y cerró su extraordinaria, única e inigualable producción goleadora con cuatro penales en el 6-3 del partido por el tercer puesto contra Alemania Federal. Trece goles en un solo campeonato, dejando una marca de fuego que seguramente no se podrá apagar. Fue en Suecia, en 1958, cuando Just Fontaine, nacido 300 años después que el genial Jean de la Fontaine, escribía su fabulosa entrada en la leyenda.
Fontaine, francés por adopción, hijo de padre normando y madre española, había nacido en Marruecos, en la pintoresca Marrakech, donde hizo los primeros palotes con el fútbol en el As Marrakech. Su padre quería que practicara básquetbol y estudiara medicina, pero al muchacho sólo le interesaba correr detrás de la pelotita de fútbol. Su segundo club en Marruecos fue el USM Casablanca, y ya en Francia siguió su triunfal carrera primero en el Niza y luego en el Stade Reims. Su vinculación con las redes (459 goles en 327 partidos, a nivel de clubes) empezó con todo también en la selección nacional, donde debutó con una tripleta en el 8-0 ante Luxemburgo el 17 de diciembre de 1953. En siete años con la selección anotó 30 goles en 21 partidos, pero lo curioso es que antes del Mundial del ’58 no estaba pasando por su mejor momento y su convocatoria para ese torneo estuvo en duda hasta la última instancia.
Una lesión de su compañero René Bilard hizo que lo llamaran. Para acrecentar la leyenda, cuentan que antes del Mundial se le rompió el único par de botines que tenía y que su compañero Stephan Bruey, quien calzaba el mismo número, le prestó los suyos. El jugador que lucía la camiseta número 17 –la desgracia en la quiniela– se los devolvió 13 –la yeta en la quiniela– goles más tarde. Ni yeta ni desgracia.
Fontaine, un futbolista veloz y oportunista, capaz de marcar desde cualquier posición, con ambas piernas y de cabeza, se vio obligado a jubilarse anticipadamente (le faltaba un mes para cumplir 29 años) debido a una fractura de tibia y peroné, y una posterior rotura del talón de Aquiles. Antes de retirarse fue uno de los líderes de la fundación de Unión nacional de Futbolistas Profesionales de Francia.
Como técnico dirigió por dos partidos a la selección francesa, pero sendas derrotas aceleraron su alejamiento. Con el seleccionado de su país natal le fue un poco mejor: salieron terceros en la Copa de las Naciones de Africa de 1980. Fontaine vive en Toulouse, y cuando habla de sus goles levanta a Raymond Kopa: “Todo lo que hice fue posible porque lo tenía al lado a él y nos entendíamos de maravillas”.
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