FúTBOL › OPINIóN
› Por Daniel Guiñazú
Recuperó terreno River y Boca quedó golpeado. Esas fueron las conclusiones que arrojó el segundo Superclásico del verano. Si en Mar del Plata, el equipo de Carlos Bianchi había dejado una impresión levemente mejor que el de Ramón Díaz, el sábado por la noche, en Córdoba, la sensación se dio a la inversa, pero con una diferencia: River fue claramente más que Boca. Y hasta pudo haber ganado por un margen mayor al 2-0 final.
Más firme atrás, donde brilló el aplomo de Eder Alvarez Balanta; con mayor peso en el medio, donde se hizo sentir el despliegue y el buen pie de Matías Kranevitter; con la soltura, la habilidad pero también el espíritu sacrificado de Manuel Lanzini, y con Teo Gutiérrez más comprometido con la causa, si algo caracterizó a River fue la intensidad con la que asumió el partido. En el primer tiempo se metió a presionar bien adentro del campo de Boca y cuando recuperó la pelota, salió rápido por los costados, por donde Menseguez y Lanzini jugaron retrasados. En el segundo se dio por satisfecho con el 2-0 (acaso con demasiada anticipación), se retrasó varios metros y se dedicó al contraataque. En ambos casos, River fue un equipo sólido y tuvo en claro a qué jugar. Si se recuerda que a Ramón Díaz se lo venía criticando porque a su equipo le faltaba una idea futbolística, se tendrá la pauta de por qué, más allá de la victoria, River dio un paso al frente que le mejora la imagen de cara al Superclásico del próximo sábado en Mendoza y al debut en el torneo Final, dentro de dos semanas, ante Gimnasia en el Monumental.
En cambio, Boca retrocedió varios casilleros. Le faltó de todo y casi todo le salió mal. En el fondo hizo agua por las bandas. Grana reiteró las complicaciones en la marca que evidenció en Mar del Plata, y por el lado de Zárate llegaron los dos goles que River anotó poniéndolos a Lanzini y Menseguez solos delante del arco de Trípodi. Ya a esta altura queda claro que Grana y Forlín no podrán solucionar los problemas que Boca tuvo atrás en todo 2013. Y ése sí que es un problema serio.
Apretado y apurado, Gago gravitó menos que otras veces en el medio y apenas pisó el área millonaria, un par de veces en el segundo tiempo. Y como Martínez entró poco en contacto con la pelota y el chiquilín Luciano Acosta no volvió a mostrar la rapidez y el desparpajo con los que sorprendió en Mar del Plata, a Boca le faltaron generación de juego y llegadas. Será poco lo que pueda hacer Gigliotti si insisten en dejarlo solo arriba, librado a su suerte. Y deberá ser mucho lo que trabaje Bianchi en estas dos semanas previas al comienzo del campeonato, para darle al equipo la competitividad que hasta aquí no tiene. El regreso de Riquelme acaso sea la última esperanza. Pero Boca, aquí y ahora, tiene menos que en el año pasado. Le guste a quien le guste, así están las cosas quince días antes de la hora de la verdad.
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