FúTBOL › PUSO TODO LO QUE HABíA QUE PONER Y ALGO MáS PARA CONSEGUIR UN NUEVO TíTULO
Está escrito que no iba a ser una consagración tranquila y relajada. Racing sufrió en los últimos minutos mientras defendía la diferencia, pero consiguió finalmente el objetivo, desatando la locura de su gente.
› Por Diego Martínez
Un veterano hincha de Racing está como loco. Rompe junto a su esposa papeles personales, boletas, apuntes, una denuncia policial, que parece haber tomado de apuro para tirarlos durante la salida de los jugadores; se levanta, se sienta, besa unas fotos que tiene en la mano, le agradece al “Viejo” –para completar el rito–, se vuelve a levantar, alza los brazos, mira al cielo, canta, discute con personal del estadio, se exalta, se tranquiliza. Es un torbellino de nervios. Y no es el único en ese estado dentro del estadio.
Dentro de la cancha, los jugadores de Godoy Cruz le sacan fotos al gran marco que ofrece el Cilindro de Avellaneda, donde no cabe un alfiler. Se ve la Copa Iveco, que custodian unas promotoras y que, premonitoriamente, está en Avellaneda y no en Quilmes. Otro hincha filma la fiesta que comienza a darse en las tribunas, y otro, ya mayor, confiesa al cronista que le tiemblan las piernas, que vio otras veces campeón a Racing, pero quiere que esta vez también se le dé. La espera es larga, y los nervios también. Pero cuando Diego Ceballos pita el inicio del encuentro, la ilusión toma cuerpo en los miles y miles de hinchas que revolean remeras y bolsas infladas con los colores académicos, y cantan: “La Acadé te vinimos a ver, te llevamos en el corazón, te queremos ver campeón...”.
En la cancha, como empujados por ese aliento, los jugadores de Racing le ponen ganas y pierna fuerte como para marcarle la cancha a un Godoy Cruz que parece un convidado de piedra, pero que a lo largo del partido le va a traer algunas complicaciones. Los últimos minutos, con el gol de Carlos Sánchez ya consumado, van a ser los más tensos.
Pero antes de ese final, en la cancha de Racing pasó de todo. Porque Racing, con buenas labores de Diego Milito, Gustavo Bou, Ezequiel Videla y Gastón Díaz, que hizo un partido enorme y fue clave en la jugada que les permitió a los dirigidos por Diego Cocca abrir el marcador –con un cabezazo de Ricardo Centurión en el arranque de la segunda parte–, no resignó nada de lo que debía hacer para llevarse el triunfo. Fue pura entrega, ganas, concentración y, aunque por momentos le costó controlar el trámite del juego, fue siempre superior al conjunto mendocino.
Eso sí: si algo le faltó a Racing fue definición. Había fallado varias veces en la primera parte, aunque hay que darle méritos por eso al arquero Sebastián Moyano; y en la segunda parte falló la más clara que tuvo para ampliar tras una contra de Milito que Hauche definió bien, pero no valió porque estaba apenas adelantado. Y así terminó sufriendo inmerecidamente durante los últimos minutos.
“¿Cómo va River? ¿Cuánto falta?”, preguntaban los hinchas, como si con lo que Racing estaba haciendo en su cancha no fuera suficiente para que el sueño de volver a gritar campeón después de 13 años se pudiera concretar.
La cautela de Cocca en los últimos minutos –que movió el banco para terminar defendiendo con cinco, porque los mendocinos se mostraban cada vez más animados– le agregó más tensión al final del partido. A esa altura del asunto estaba claro que si Racing iba a ganar de alguna manera iba a ser a lo Racing: es decir, sufriendo, sudando la gota gorda. Y así fue nomás. Mientras el equipo parecía quedarse, y Videla corría desesperadamente para intentar recuperar la pelota y jugarla hacia adelante, los hinchas le dieron un plus a la fiesta, redoblando sus esfuerzos y sus emociones. Hay algunos gestos de triunfo adelantados, pero el grito está como atragantado. Falta que Ceballos lo termine. Entonces sí: todos festejan, se abrazan, lloran, muchos lloran, moquean; otros corren para invadir el campo de juego. “Sí, sí, señores, yo soy de Racing, yo soy de Racing de corazón, porque este año de Avellaneda, de Avellaneda, salió en nuevo campeón...”, cantan orgullosos, mientras los jugadores corren eufóricos dentro de la cancha para festejar el título que escribirá sus nombres en las páginas de gloria de la Academia Racing Club.
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