Lun 05.12.2005
libero

CONTRATAPA

El jugador Nº 23

› Por Juan José Panno

En España, a veces las hinchadas cantan como el summum del aliento cosas más o menos así: “Este partido/ lo vamos a ganar”. Es tal vez por eso que mi amigo Rodolfo Chisleanschi, que es un periodista argentino que vive en Madrid desde hace varios años, extraña mucho el fútbol argentino y todo lo que lo rodea. Demasiado, a juzgar por algunas ideas que se le ocurren. La lejanía, que no se cura con la globalización, es la que le hace pensar a uno que al tipo le faltan jugadores. “A mí el único jugador que me falta es Maradona”, se defiende. A propósito, la semana pasada viajó a Buenos Aires para visitar a los parientes y amigos que le quedaron acá, evocando sus locuras y, en el medio del cuarto o quinto café, hablamos de Diego.
–Tendría que ir al Mundial –propuso.
–Bueno, algo habló con Grondona –le respondí.
–Sí, ya sé, pero no me refiero a eso. Ni técnico, ni asesor, ni nada de eso. Maradona tiene que ir de otra cosa.
–¿De qué? –pregunté, previendo lo peor.
–De jugador –planteó con toda seriedad, confirmando mis temores.
–Je...
–¿De qué te reís? ¿No te das cuenta?
–¿De qué?
–De lo que significaría Maradona en el equipo.
–Tiene 45 años, hace un siglo que no juega en serio. Dejate de embromar...
–Sí, ya sé, pero no exageres: el último partido fue el 27 de octubre del ’95, un River-Boca en el Monumental. Lo reemplazó Riquelme. Apenas pasaron ocho años. Mirá a Romario: a los 40 años es el goleador del campeonato brasileño. Acordate de Milla, el de Camerún, que tenía más de 40 en el Mundial del ’90.
–En el medio, Maradona volvió de la muerte un par de veces.
–Sí, pero ahora está más vivo que nunca. ¿O vos no mirás la televisión? ¿No lo viste haciendo jueguito con Pelé? ¿No lo viste jugando al fútbol-tenis?
–Sí, pero una cosa es el fútbol-tenis en un estudio de televisión y otra cosa es un mundial. ¿Vos creés realmente que puede jugar?
–No.
–¿Y entonces?
–Jugar, lo que se dice jugar, no, pero puede estar en el banco. En el ’94, con Maradona, Argentina había pasado a la segunda fase y pintaba para campeón; en el ’90 llegamos a la final; en el ’86 fuimos campeones.
–En el ’82, con Maradona no pasó nada.
–Todavía no estaba maduro.
–¿Y ahora qué? Se pasó de maduro...
–Pero hace dos mundiales que no figuramos. Y en éste no nos salva ni Agüero, ni Messi: en éste nos salva Maradona. Su influencia puede ser decisiva. Su sola presencia es una inyección de confianza para los jugadores.
–Sí, por eso le ofrecen un puesto en el cuerpo técnico.
–No, viejo, no entendés nada. Maradona es jugador. Nunca va a dejar de serlo. Imaginate que jugamos la final contra Alemania. Faltan diez minutos y se pone a hacer calentamiento. Los alemanes se mueren del susto. ¿Acá no pasó una vez con Palermo en un partido de Boca con River en la Copa Libertadores?
–Sí...
–Y bueno...
–Pero Maradona no entra, no se le puede hacer correr ese riesgo...
–No, claro. Pero falta un minuto. Pekerman les dice que provoquen faltas en el borde del área. Hacen un foul sobre la derecha del ataque, a medio metro de la entrada al área. Pekerman pide el cambio: sale Ayala y entra Maradona. Chanfle de zurda y cantamos todos: ¡dale campeón... dale campeón...!
–Vos estás piantado. Ni a los de la Iglesia Maradoniana se les ocurriría una cosa de ésas.
–Esos son ateos, al lado mío son ateos...

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