CONTRATAPA
SU LUGAR EN LA GLORIA
Con la decepción del reciente Apertura, Gimnasia y Esgrima de La Plata fue cinco veces subcampeón en los últimos 10 años. El equipo del Bosque sigue buscando su primer título profesional: éste es un homenaje a quienes lo intentaron con enorme esfuerzo.
› Por Daniel Guiñazú
Anda necesitado de alegrías Gimnasia. Una sola vez, en sus 118 años de vida, pudo dar el grito sagrado de campeón. Fue el 9 de febrero de 1930, cuando derrotó 2-1 a Boca, y se adjudicó la final del campeonato de 1929 de la Asociación Amateurs Argentina de Football, antecesora de la actual AFA. Antes, en los tiempos románticos, y después, en la época dura del profesionalismo, la institución que las familias pudientes de La Plata fundaron el 3 de junio de 1887 para practicar, precisamente, gimnasia y esgrima, se diplomó en sufrimientos. Como si la gloria de los otros le estuviera vedada y le fuera lejana, impropia.
Ser subcampeón, como lo es ahora, no es un hecho nuevo en la vida de Gimnasia. Pero tampoco es algo que se viva con especial alegría. Siempre o casi siempre se lo relacionó con una frustración. Como la consecuencia de un último mal paso, y no como la merecida recompensa de una campaña extraordinaria. En los últimos diez años, sobre todo, el fenómeno se potenció como nunca. Cinco veces, Gimnasia fue el segundo de la tabla. Y en todas, la hinchada del Lobo, sedienta de éxitos, lloró lágrimas de amargo desencanto.
Pero hubo, antes, otras ocasiones en las que Gimnasia estuvo a punto de ganar un campeonato. En 1933, a dos años de la instauración del profesionalismo, Gimnasia pudo haber sido el primer club chico que se consagrase campeón. Herrera, Delovo y Recanatini; Montañez, Minella y Miguens; Tomás González, Palomino, Naón, Zoroza y Morgada compusieron el Expreso. A puro empuje, ese equipo llegó a estar 27 fechas consecutivas en la punta. Pero el fútbol de esos tiempos no podía tolerar que le mojaran la oreja a los cinco grandes. Algo había que hacer para detener su marcha triunfal. Y el trabajo sucio corrió por cuenta de los árbitros.
Dos jueces sospechosos, De Dominicis y Rojo Miró, perjudicaron a Gimnasia, sin pudor ni miramientos, en los partidos ante Boca y San Lorenzo. De Dominicis le cobró en la Boca un penal inexistente en su contra, y remató su tarea nefasta dándole a Boca un gol en offside que transformó un 2-1 seguro en un 3-2 lleno de mugre. Quince días mas tarde, Rojo Miró fue más lejos aún en Boedo. El partido estaba 2-1 a favor de San Lorenzo cuando no le dio un penal a Gimnasia y le cobró un gol en contra sin que la pelota hubiera entrada al arco. Ante semejante demostración de parcialidad, Gimnasia no opuso resistencia. Sus jugadores se sentaron en el campo de juego del Viejo Gasómetro en señal de protesta y renunciaron a seguir jugando. Cuando el marcador había trepado a 7-1, Rojo Miró dio por terminada la parodia. La misión estaba cumplida. Gimnasia no podía ser campeón. Varias manos negras se lo habían impedido.
De ahí en adelante, Gimnasia ingresó a un túnel. Recién en 1962, el Lobo volvió a mandar orgulloso y a ponerse a tiro del campeonato. El uruguayo Enrique Fernández Viola y don Adolfo Pedernera formaron un cuadrazo que ganó 9 partidos consecutivos y se mantuvo 15 fechas invicto: Minoian, Galeano y Marinovich; Davoine, Daniel Bayo y Lejona; Ciaccia, Prado, Alfredo Rojas, Diego Bayo y el peruano Gómez Sánchez se encaminaban al título cuando dos derrotas inesperadas ante Vélez en La Plata y con Atlanta en Villa Crespo echaron todo a perder. El equipo que estaba para campeón al final terminó tercero, detrás de Boca y River. Y en el Bosque concluyeron que si esa vez no habían podido ser campeones, no lo serían nunca más.
Otra oportunidad se perdió en el Nacional de 1970. Con Hugo Gatti en el arco y los goles de Delio Onnis, Gimnasia se había clasificado segundo de Chacarita en su zona, ganando el derecho para jugar una de las semifinales ante Central. Pero justo antes del partido en Rosario, los profesionales se declararon en huelga por falta de pago de sueldos y premios y debieron sacar la cara los juveniles, que perdieron 3-0. Los viejos hinchas del Lobo aseguran que, de no haber sido por la impaciencia de los jugadores para cobrar, ese equipo le hubiera ganado sin dudas a Central y a Boca y hubiera sido campeón.
Pero nada dolió tanto como aquel Clausura de 1995, que se perdió de local ante Independiente, con ese gol de Javier Mazzoni que tanto recuerdan, sarcásticos, los hinchas de Estudiantes. Gimnasia llegó a la última fecha un punto arriba de San Lorenzo (29 a 28); la victoria le abría las compuertas a un carnaval en pleno invierno. El clima triunfalista, sin embargo, se devoró aquella ilusión que piloteó desde el banco Carlos Timoteo Griguol y que en la cancha protagonizaron Noce; Sanguinetti, Ortiz, Morant, Dopazo; Alonso, Bianco, Gustavo Barros Schelotto, Favio Fernández; Guillermo Barros Schelotto, Lagorio. Las responsabilidades superaron a las posibilidades. Y la caída que nadie había previsto le sirvió el campeonato en la mano a San Lorenzo, que, esa noche fría del 25 de junio, le ganó 1-0 a Central en Rosario, con gol de cabeza de Esteban González. La bronca infinita no permitió ver que ese equipo, luchador y corajudo, había ido mucho más allá de sus límites.
Los otros tres subcampeonatos de la era Griguol no laceraron tanto por una sencilla razón: Gimnasia nunca alcanzó a estar primero. En el Clausura ’96, el Lobo hizo una campaña espectacular: goleó 6-0 a Boca en la Bombonera y a Racing en el Bosque, 4-2 a Newells y 4-0 a Central; les ganó 3-2 a Independiente y 2-1 a River en el Monumental. Pero dos caídas 2-1 ante San Lorenzo y Belgrano de Córdoba, lo depositaron, con 38 puntos, a uno de Vélez, en el segundo lugar antes de la última fecha. Para salir campeón esa tarde debía ganarle a Estudiantes y Vélez tenía que perder con Independiente. Ninguno de esos resultados se dio. El clásico de La Plata terminó 1-1, Vélez igualó 0-0 y dio la vuelta en Liniers, luego de que Chilavert le atajase un penal clave a Burruchaga.
En el Apertura ’98, Gimnasia volvió a ser subcampeón. Pero nunca tuvo chances concretas de dar batalla por el primer puesto. El Boca de Bianchi ganó, invicto, su primer título y le sacó 9 puntos de ventaja (45 a 36) en 19 fechas. Algo similar sucedió en el Clausura 2002. Gimnasia reiteró el subcampeonato. Pero jamás se encontró a menos de 4 puntos de distancia de River, que salió campeón por 6 unidades (43 a 37). Ahora, el campeonato se rozó con la punta de los dedos. Se mantuvo el primer puesto hasta la penúltima fecha. Y por eso, la bronca por no haber podido ser campeones, pesa más en el alma tripera que el orgullo por haber alcanzado el quinto subcampeonato en diez años.
Pero las ramas del árbol de la tristeza no deben tapar la mirada en el Bosque. En el mismo tiempo en el que muchos otros fueron y vinieron, Gimnasia estuvo ahí, arañando, no una, sino cinco veces, su lugar en la gloria.
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