Lunes, 30 de enero de 2006 | Hoy
CONTRATAPA
El astro brasileño cumplió ayer 40 años y, obviamente, lo festejó con un gol. Lleva 950 en su carrera y le obsesiona alcanzar los mil. Un genio inigualable.
Por Marcelo Lluberas
Desde Rio de Janeiro
Considerado uno de los últimos rebeldes del fútbol, el delantero brasileño Romario de Souza Faría, conocido como Romario, el Baixinho, cumplió ayer 40 años con la pólvora seca y la verborragia intacta. Y como no podía ser de otra manera, lo celebró con un gol, aunque su equipo, Vasco da Gama, cayó 2-1 el sábado ante América en el torneo de Río de Janeiro.
Con lugar fijo en la galería de grandes ídolos del fútbol brasileño, Romario llega en el Vasco a su última temporada en el fútbol profesional con el principal objetivo de alcanzar la marca de mil goles. Los 50 goles que le faltan son casi una obsesión. “Tengo 950 goles, hasta la FIFA ya lo reconoció. No es mi cuenta, es la cuenta oficial”, comentó tras su tanto al América.
En 2005 sorprendió al terminar como goleador del Campeonato brasileño con 22 conquistas, siendo el artillero más veterano de la historia. Trece títulos en su bolsa ratifican su clase ganadora. En Brasil brilló en los tres grandes clubes de Río de Janeiro: Flamengo, Fluminense y Vasco. En Europa jugó con el PSV Eindhoven (Holanda), el Barcelona y el Valencia, y luego tuvo un opaco paso por el fútbol de Qatar, en el Al-Saad. Su período de brillo máximo comenzó en el PSV con un tricampeonato holandés (1989-1990-1991) y la Copa de Europa (1988). En el PSV anotó 164 goles en 168 juegos. Llegó también a la cima en el Barcelona, un club soñado para cualquier jugador, donde ganó el título de Liga en 1994 y dejó una marca de 55 goles en 83 juegos. Cuando tenía 36 años realizó una “aventura” yendo a Qatar con un contrato de 3 meses y 1,5 millón de dólares, pero jugó poco y casi no vulneró la red.
En la selección brasileña, dejó su marca a fuego. Campeón del mundo en el Mundial de Estados Unidos en 1994, Romario es, detrás del mítico Pelé, el segundo mayor goleador de la historia del seleccionado con 71 goles en 82 partidos con la auriverde. La “Seleçao” lo tuvo como gran salvador, como en 1993 cuando goles suyos de gran clase ante Uruguay la clasificaron al Mundial 94. Pero también le dio la espalda. En 1998 la suerte le jugó una mala pasada y por una lesión, el técnico Mario Lobo Zagallo lo dejó fuera del Mundial de Francia.
Ya en las eliminatorias del Mundial de 2002 y pese a los reclamos de hinchas y la prensa, fue dejado fuera por los técnicos y recién citado por Luiz Felipe Scolari para chocar con Uruguay, aunque luego volvieron a olvidarse de él. Luego el técnico Carlos Parreira ni lo tuvo en cuenta para las eliminatorias de Alemania en 2006 y sólo lo convocó a un amistoso ante Guatemala para despedirse del Scratch con un gol.
Romario también lamenta haber sido elegido en la FIFA mejor futbolista del mundo solamente una vez, en 1994, cuando jugaba en el Barcelona. Romario cree que podría haber igualado al menos el record de su compatriota Ronaldo (1996, 1997 y 2002), del Real Madrid. “Si hubiese permanecido más tiempo en el Barcelona, sería mucho más reconocido. Habría sido elegido otras dos o tres veces mejor jugador del mundo”, subrayó.
Sus polémicas no se limitaron al campo de juego. Varias veces fue citado a declarar en la policía o la Justicia por distintos incidentes fuera de las cuatro líneas. Denuncias por integrar una sociedad que contravino normas de juegos de azar, vínculos con traficantes de drogas de Río o por el uso indebido de la imagen del astro Zico y del coordinador técnico de Brasil, Zagallo, en un bar de su propiedad, son perlas del polémico crack. Su agitada vida nocturna y su fama de mujeriego calentaron muchas veces el ambiente extradeportivo. “Siempre me gustó la noche y continúo así”, declaró.
“Soy 100% infiel”, aseguró en 2005 Romario, quien tiene seis hijos de varios matrimonios y su última hija, Ivy, nació el año pasado con Síndrome de Down, lo que lo aplacó un poco y lo volvió más reflexivo y tolerante. Para 2007, los hinchas del fútbol ya no tendrán la misma sonrisa con la ausencia de Romario, aunque se espera que siga vinculado al principal deporte de Brasil. “Podría dirigir algún club y con bastante autoridad para comandar el equipo”, adelantó el jugador, que aclaró que aunque sea dirigente, nunca se pondrá una corbata. Muchos ya esperan por el nuevo capítulo de la vida del gran Baixinho.
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