Lunes, 20 de marzo de 2006 | Hoy
CONTRATAPA
A los 95 años se fue Ernesto Duchini, el principal descubridor de talentos que tuvo el fútbol argentino.
Se fue precisamente un domingo, el día del fútbol. “Mi principal virtud fue saber elegir, lo que es una gran ventaja cuando se trabaja en divisiones inferiores. Por ejemplo, a ese plantel campeón del mundial juvenil de Japón en 1979, con César Menotti, lo formé con mucho tiempo, luego de recorrer casi todo el país. Y fue tan bueno que todavía se recuerda”, dijo no hace mucho. Con la desaparición de Ernesto Duchini, el fútbol argentino perdió a uno de sus últimos maestros, un referente respetado por todo el mundo de la pelota.
Internado en el Hospital Pirovano de la Capital Federal desde la semana anterior, a los 95 años –había nacido el 15 de noviembre de 1910–, Duchini murió ayer después de padecer durante los últimos cuatro meses la ausencia de su esposa, María Brodsky, quien falleció a fines del año pasado.
Duchini estuvo a cargo de los seleccionados juveniles argentinos desde 1954 y fue nombrado asesor de ese departamento en 1964. Obtuvo cuatro torneos panamericanos como técnico del equipo juvenil y condujo las divisiones menores de Chacarita, River (en donde ganó 11 títulos en tres años), Racing, San Lorenzo e Independiente.
“Yo armé ese equipo del ’79, pero fue Menotti quien lo dirigió y lo condujo al título mundial.” Había armado, además, el plantel que ganó el Torneo Esperanzas de Toulón, en 1975, integrado por jugadores como Américo Gallego, Alberto Tarantini, Daniel Passarella, José Valencia o Daniel Bertoni, quienes fueron campeones mundiales con el seleccionado mayor en 1978.
Fue jugador en Chacarita durante la década del ’30, e incluso llegó a compartir el equipo con Renato Cesarini, pero apenas dejó el fútbol, en los ’40, se dedicó a cultivar su más exquisita virtud: “Saber elegir”, como reconocía. Y allí iba por los potreros Don Ernesto, buscando cracks que ningún otro podía ver.
Entre ellos a Roberto Perfumo, al que vio jugar en un potrero de Sarandí durante un campeonato nocturno y a través de un alambrado, en medio de “la neblina que se hacía por el humo de los sandwiches de chorizo”, evocó hace un tiempo en uno de los tantos homenajes recibidos.
Fue en 1958 cuando el pibe había sido rechazado en una prueba en River y con 16 años, piernas chuecas y flacas, pero con una calidad que lo hizo crack durante 20 años, que Duchini se lo llevó a Racing.
Un poco después, paseando con su esposa por Villa Ballester, vio a un chiquilín correr en un picado turbulento, darle a la pelota de aire un tremendo zurdazo y clavarla en un ángulo. Era Oscar “Pinino” Más. El hermano jugaba en Boca y alternaba en la tercera. Pero Duchini convenció al padre de que el futuro del zurdo Más estaría en River.
Su gran frustración como seleccionador fue la del equipo que no pudo clasificarse para disputar los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964. “Esa selección tenía, por ejemplo, a (Agustín Mario) Cejas en el arco y a (Roberto) Perfumo y (Andrés) Bertolotti en la zaga central. Pero nos eliminó Japón y me provocó la mayor amargura de mi carrera deportiva”, admitió alguna vez.
José Pekerman completó el camino, proyectándose desde el trabajo con los juveniles a la Selección mayor. El nombre de Ernesto Duchini quedará, de todas formas, grabado en las páginas de gloria de la historia del fútbol nacional.
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