Goles, pasión y política. Venezuela ofreció mucho de cada uno de esos tres factores durante los 20 días que duró la Copa América de fútbol, en la que hubo hitos históricos, escándalos, estadios llenos y “glamour socialista”. “¡Venezuela abre su corazón!”, dijo el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en la ceremonia inaugural del evento, el 26 de junio pasado, en la que el mandatario se convirtió en protagonista de la fiesta junto a su colega boliviano, Evo Morales, y el ex futbolista argentino Diego Maradona.

La población respondió a la afirmación de su presidente. A pesar de ser un país amante del béisbol, los estadios de las nueve sedes que albergaron los 26 partidos de la Copa estuvieron prácticamente llenos, y el fervor de los venezolanos no desmereció el mostrado por otros países con mayor tradición futbolera.

De hecho, la selección venezolana hizo historia en su torneo y por segunda vez en 40 años de participaciones ganó un partido, a Perú, en la segunda jornada, por 2-0. Además, la “Vinotinto”, que durante tres semanas logró desplazar de los comerciales y las primeras páginas a las estrellas del béisbol, se clasificó por primera vez para los cuartos de final. Allí, Uruguay rompió el sueño de todo el país con un contundente 4-1 que, sin embargo, fue en definitiva uno de los resultados más modestos de la vertiginosa ronda de los ocho mejores. Argentina goleó a Perú 4-0, Brasil demolió a Chile 6-1 y México sometió a Paraguay 6-0. En total, un promedio de 5,5 goles por partido.

La Copa América de Venezuela rompió también el record de goles en el torneo desde 1993, año en el que se introdujo el actual formato de 12 equipos. Hasta ahora, la marca estaba en poder de Perú 2004 con 78 tantos, pero el 3-0 de Argentina a México en semifinales superó ya esa cifra.

El campeonato fue espectacular, pero al final llegaron los de siempre. Entre los cuatro mejores se colaron los tres campeones del mundo sudamericanos –Uruguay, Brasil y Argentina– y la potencia latinoamericana emergente, México, que tras su decepcionante Copa de Oro mostró en Venezuela el nivel al que quiere conducir su técnico Hugo Sánchez.

Chile fue, precisamente, uno de los grandes perdedores de la Copa. Pese a clasificar a cuartos de final, un escándalo de indisciplina entre varios jugadores, que al parecer causaron destrozos y acosaron a mujeres en una noche de tragos, terminó definitivamente con la era de Nelson Acosta. El técnico renunció a su cargo a la vuelta a Santiago de Chile y los futbolistas implicados en el incidente recibieron una ejemplar suspensión de 20 partidos internacionales por parte de su federación. Menos traumáticos fueron los fracasos de Colombia o Ecuador, o el inadvertido paso por el torneo de Estados Unidos, que tras ganar la Copa de Oro fue a Venezuela con un equipo con muchos jugadores jóvenes.

Los estadounidenses apenas hicieron ruido en el país del “Socialismo del siglo XXI”, aunque Chávez no dudó en atribuir a la mano negra del “demonio imperialista” las protestas o acusaciones de la oposición, que denunció que el gobierno utilizó el evento en su provecho político.

En un país con una enorme tensión ideológica, la Copa América no pudo quedarse al margen. El caos en la distribución de las entradas se convirtió en cuestión de contienda política, mientras que miles de ciudadanos hacían colas interminables para obtener un ticket. Y las mismas gradas de los estadios se convirtieron en escenario ideal para protestar contra el gobierno o defenderlo.

Pese al problema con los boletos o al cambio de sede de una semifinal apenas dos días antes de iniciarse la Copa, la Conmebol se mostró muy satisfecha con la organización del torneo. Chávez, por supuesto, no dudó en calificarlo como “el mejor de la historia”. Tan entusiasmado está el país que su presidente piensa ya, al parecer, en algo más grande. Ayer se reunió con el presidente de la FIFA, Joseph Blatter. ¿Le habrá pedido un Mundial?