Lunes, 10 de diciembre de 2007 | Hoy
CONTRATAPA
David Nalbandian explica qué tan difícil es el mundo del tenis, Guillermo Cañas cuenta cómo sobrevivir entre tanto viaje, José Acasuso sugiere que acaso no sea su vocación, también Gaudio, Coria, Mónaco y Del Potro cambian un rato la raqueta por la reflexión en una serie de filosas entrevistas incluidas en el libro de Fernando Bianculli e Ignacio Uzquiza, que acaba de publicar Ediciones Al Arco, de las cuales se seleccionaron algunos tramos.
–Acasuso, ¿el tenis no es tu vocación?
–No sé. Es lo que mejor sé hacer, lo descubrí mientras competía y por eso decidí esto. Fue una determinación difícil porque yo iba al colegio y también practicaba básquet bastante bien hasta los 15 años. En ese momento mi viejo me dijo: “Estás haciendo las tres cosas por la mitad. Elegí qué querés hacer, jugar al tenis, al básquet o estudiar”. Mi viejo me aconsejó por el básquet porque le gustaba más la idea de un deporte grupal, pero me incliné por el tenis porque sentía que era lo que mejor hacía.
–Calleri, ¿te dieron una mano desde la Asociación cuando era amateur?
–En ese momento no. Al contrario. A los pibes del Interior siempre se los trató de perjudicar. Esta dirigencia no sé cómo los trata, porque desde que está (Enrique) Morea yo ya no era más amateur y no estoy muy al tanto, pero la que estaba antes les puedo asegurar que a los pibes del Interior siempre trataban de cagarlos.
–Cañas, ¿cómo sobrellevás la soledad en el ambiente del tenis?
–Es un tema difícil, pero también es cierto que tenemos la posibilidad de hacer que no parezca tan complicado. La soledad en el tenis crece a medida que un jugador se vuelve más competitivo, pero al mismo tiempo el jugador de hoy tiene la posibilidad de viajar con algún integrante de su familia o con el entrenador y preparador físico, aunque éstas no sean quizás las personas que uno elegiría para compartir muchos momentos. Cuando uno empieza a jugar esas cosas no se pueden hacer y hay que bancársela solo.
–Coria, ¿qué aprendiste con el tenis?
–Aprendí a valorar las cosas. Estuve mucho tiempo en la Argentina y me di cuenta de la forma en que viven mis amigos, la gente de Venado Tuerto, de Rufino, de Rosario. Ahí entendí lo afortunados que somos nosotros. Vivimos en hoteles cinco estrellas, ganamos plata haciendo lo que nos gusta, paramos cuando queremos. Antes esas cosas no las disfrutaba, sólo me preocupaba por generar más presión por jugar y ganar.
–Chela, ¿tu origen social es humilde?
–De clase media, pero lejos de poder bancarme una carrera de tenista. Era imposible para mis viejos afrontar todas las semanas un pasaje en avión o un hotel. Por suerte, como ya digo, tuve la ayuda del sponsor. Y mis viejos siempre me pidieron que ahorrara, fue su primer consejo cuando agarré la primera plata; a ellos siempre les costó mucho ganarla, así que me trataron de inculcar siempre que no despilfarrara, por eso creo que en ningún momento me volví loco por tener algo muy lujoso.
–Del Potro, en algún momento dijiste que tuviste ganas de dejar. ¿Por qué?
–Porque aparecieron presiones, los sponsors... Yo tenía 16 años y la gente ya me tomaba como promesa, empezaban a hablar de mí y eso me dio un poco de miedo. Además haber dejado el colegio me hizo bastante mal porque empecé a extrañar a mis amigos, y los viajes largos me hacían extrañar mucho a mi familia, hablaba sólo una vez por semana. Entonces me puse a pensar: “¿Qué estoy haciendo tan chico, alejándome de todo lo que quiero?”, y dejé de jugar un mes. Pero esa distancia me sirvió para entender que el tenis era lo mío y que, como tenía chances, no podía desaprovechar la oportunidad.
–Gaudio, ¿cuáles fueron los cambios más significativos que atravesaste de tu etapa amateur a la profesional?
–Lo que más me afectó en la vida fue que no tuve adolescencia. Esa fue la gran cagada del tenis en mi vida. Me hubiese encantado irme de joda con mis amigos desde los 18 años hasta los veintipico como hace cualquier persona normal. Eso lo perdí. Siento que desde los 16 o 17 años hasta hoy no viví lo que vivieron todos los chicos de mi edad. Me perdí mil cosas. Desde lo más trivial hasta lo más significativo, pero que son importantes cada una en su momento. Por ejemplo, a los 18 años irte de viaje de egresados es lo más, es lo mejor, y para nosotros no hubo viaje de egresado, ni fines de semana, ni ponerse en pedo...
–Mónaco, ¿qué pensás de la estructura del tenis nacional?
–No veo un apoyo como el que debería haber. Estoy totalmente en contra de la Asociación Argentina de Tenis (AAT). A mí, en su momento, me dijeron que me iban a ayudar con un equipo de alto rendimiento y nunca me llamaron. Todo era para (Guillermo) Coria y (David) Nalbandian. Eso era lo que te hacían sentir. Ni siquiera a Chucho (José Acasuso) le dieron una mano, que era un crack. Nunca me sentí apoyado por la AAT cuando creo que tendría que haber sido ayudado porque era uno de los mejores de mi categoría. Por no existir una buena estructura me tuve que ir a España.
–Nalbandian, ¿qué tan difícil es el ambiente del tenis? La pregunta es por la fantasía que existe sobre su mezquindad y competencia.
–El tenis es un deporte muy individual, en el que cada uno quiere hacer lo mejor para su carrera pero, por ejemplo, entre los argentinos todos nos llevamos bien. Si bien cada uno hace lo suyo y tiene su entorno, a la hora de compartir momentos lo hacemos sin problemas. Podemos juntarnos, hablar y cenar sin problemas. El problema quizá pasa porque el circuito es muy grande, hay muchos torneos de una semana, cada uno elige el lugar que más le conviene por ranking, gusto o lo que sea y, al final, te terminás viendo en los torneos más importantes, nada más.
–Puerta, ¿cómo manejaste psicológicamente el doping?
–Ni me acuerdo, pasó el tiempo y traté de borrarlo de la cabeza. Lo tengo enterrado, superado. Siempre seguí con mi psicólogo, con el que estoy hace muchos años en tratamiento, y eso me ayudó a superarlo. Pero lo que más me afectó es que yo me rompí el culo 12 años de mi vida, estaba 9º del mundo y jugando bien, y me tiran abajo. Estaba en la cresta de la ola y sin tener nada que ver ni haber hecho nada me llevaron para atrás a empezar de cero.
–Zabaleta, ¿el tenis no es un deporte de clase?
–Creo que no. Pero hay un problema que es cierto: para jugar al tenis tenés un gasto grande en raquetas, encordado, zapatillas, remeras, tenés que hacerte socio de un club, pagar la cancha y ni hablar de los viajes. Por eso, creo que hubo muchos jugadores muy talentosos que no llegaron por eso. No tuvieron el apoyo en su momento y después se pudrieron de estar mendigando a los dirigentes para que les diesen posibilidades.
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