CONTRATAPA › LA INCREíBLE HISTORIA DEL LAZIO CAMPEóN DE 1974
› Por Gustavo Veiga
El mentado grupo humano, ese verso futbolero de exportación, era un grupo liderado por fascistas. La mayoría, tan irritable como intratable. Fascistas de pantalones cortos que harían historia en la Liga Italiana ganando el campeonato de 1974. Paolo Di Canio, el hijo putativo de ellos, el mismo que en 2005 festejó un gol con el saludo romano, del Duce y de los nazis, apenas tenía 6 años cuando dieron la vuelta olímpica. En los ’70 el mundo daba un giro a la izquierda; ellos, en cambio, pateaban para la derecha. Sólo se asemejaban a los grupos revolucionarios en su opción por las armas. Iban con fierros a los entrenamientos y no eran fierros mediáticos. Su símbolo, el goleador Giorgio Chinaglia, portaba una Magnum 44. Los hinchas de la Lazio lo llamaban “Long John” porque se había criado en Gales entre mineros del carbón.
Usaban la misma camiseta celeste que luego vestirían argentinos como Pedro Troglio, Matías Almeyda, Sebastián Verón, Hernán Crespo, Lucas Castromán y Lionel Scaloni, y ahora Juan Pablo Carrizo, Mauro Zárate y Cristian Ledesma. En Lazio siempre fueron bien recibidos los muchachos de estas tierras. El Toto Juan Carlos Lorenzo había sido su técnico en el ascenso de la Serie B a Primera en los ’60. Su huella aún parece fresca.
Uno de los pasatiempos de aquel campeón del ’74 consistía en disparar a las farolas de los hoteles. Si se presta atención a lo que cuenta Vicenzo D’Amico, el más habilidoso del plantel (y hoy comentarista de la RAI en el programa La Giostra dei Gol, La calesita del gol), hay que creer o reventar: “Llevábamos pistola casi todos y había dos equipos distintos, ni nos veíamos en los hoteles. Si un grupo ya había utilizado un secador de pelo, por ejemplo, el otro no se atrevía ni a tocarlo. Eso sí, en el campo éramos un solo equipo”.
Guy Chiappaverti, periodista italiano y autor del libro Pistolas y balones, los describe así: “Chinaglia fue el corazón de aquel equipo de locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros y paracaidistas, jugadores de azar y bailarines de club nocturno, con dos vestuarios; quien entraba en la habitación errónea corría el riesgo de encontrarse con la amenaza de una botella rota bajo el cuello”.
El que no se metió en la pieza equivocada, pero sí hizo un chiste que le costó la vida, fue Luciano Re Cecconi, el ángel rubio. Volante clave de aquella formación dirigida por Tommaso Maestrelli, el 1º de enero de 1977, con su amigo y compañero de equipo Pietro Ghedín, fue a visitar a un hincha de la Lazio, Bruno Tabocchini, propietario de una joyería. “Fermi tutti, questa è una rapigna”, le gritaron, haciéndose pasar por ladrones. El joyero, de espaldas a los dos futbolistas, tomó su vieja pistola Walter 7.65 y disparó al bulto apenas se dio vuelta. El rubio de melena lacia al que había aplaudido tanto tres años antes cayó desplomado.
Maestrelli, alías Don Tommasino, un entrenador veterano que les confiscaba a sus dirigidos las armas o el licor que bebían en los vestuarios, había muerto un mes antes, el 2 de diciembre del ’76. Chinaglia ya se había ido al Cosmos de Nueva York, donde compartía entrenamientos con Pelé y Beckenbauer. Y otro baluarte de aquel equipo romano, Joseph Wilson, hijo de un oficial de la armada británica, abandonó el fútbol para recibirse de abogado. Lo mismo ocurrió con el arquero, Felipe Pulici, quien siguió vinculado con el club como dirigente y en 2001 quedó involucrado en el affaire de los pasaportes truchos, Brujita Verón mediante.
El historial de Lazio campeón se completa con los fascistas de pura cepa. Y hay que empezar de nuevo por el pistolero Chinaglia: goleador, integrante de la selección italiana en el Mundial ’74 y afuera de la cancha admirador de su tocayo, el fallecido Giorgio Almirante, fundador del neofascista Movimiento Social Italiano (MSI). La Bomba Che, como lo bautizó el Toto Lorenzo cuando lo dirigía, se llevaba muy mal con el otro líder que había en el plantel, Gigi Martini, lateral izquierdo que sólo tenía de zurdo el perfil para salir jugando. Su otra pasión además del fútbol siempre había sido la política. Llegó a ser parlamentario de la Alianza Nacional, una fuerza de ideología derechista donde él se desempeñó como especialista del área de transportes.
El asesinado Re Cecconi y el marcador de punta derecho Petrelli también tenían ideas de extrema derecha. Como los seguidores del equipo que suelen cantar “¡Me ne frego... fronte al sole e braccio teso! Avanti Lazio Fascisti da sempre”. Esas expresiones que se repiten en el estadio Olímpico de la capital italiana cuando los rivales son la Roma, en el clásico de la ciudad, o el Livorno, cuyos simpatizantes están en las antípodas ideológicas. Estos últimos son de izquierda y van con banderas que tienen impresas la hoz y el martillo, la imagen de Mao y del Che.
Entre los hinchas de Lazio, donde abundan los fascistas desinhibidos que ahora le rendirán tributo a Carrizo o lo defenestrarán según cómo ataje, también hay chantajistas igualitos a nuestros barrabravas. Cuando la Justicia investigó a Chinaglia por intentar apoderarse del club en 2006, descubrió que varios tifosi habían extorsionado –presuntamente inducidos por aquél– a Claudio Lotito, su presidente. Y el goleador fue acusado de manipular acciones con información privilegiada de la institución, de la que ya había sido su máximo dirigente en la década del ’80. La orden de arresto que recibió no debe haberlo preocupado demasiado. Vive en Estados Unidos, como en los tiempos del Cosmos.
En Italia, mientras tanto, el partido fascista italiano se encuentra disuelto, pero su doctrina goza de muy buena salud. Y Lazio siempre reverdece como un bastión de la derecha más reaccionaria en sus campeonatos de fútbol. Gracias a sus hinchas, a su estandarte el pelado Di Canio y a los campeones del ’74 que hicieron su aporte.
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