CONTRATAPA › EL MUNDIAL SE TERMINó, LOS PROBLEMAS CONTINúAN
› Por Diana Reneé
El primer Mundial de fútbol en el continente africano terminó, y para el pueblo de Sudáfrica el fin de fiesta hace saltar la pregunta ineludible: ¿valió la pena? Como para casi todo lo que se refiere a este país, tampoco para ese interrogante parece haber una respuesta clara.
Según el presidente Jacob Zuma, además de demostrar al mundo la capacidad de Sudáfrica de organizar un gran evento y de generar ingresos turísticos estimados en unos 675 millones de dólares, el Mundial fue “un elemento importante” para la democracia.
“Por primera vez hemos visto a la ‘Nación del Arco Iris’ realmente unida... Todos están eufóricos por el torneo, negros y blancos... Este es el legado. El Mundial motivó a los africanos”, aseguró. Pero no todos están de acuerdo.
El comentarista Niren Tolsi, del prestigioso semanario Mail & Guardian, considera que el Mundial fue un capítulo más en la larga lista de esperanzas frustradas de Sudáfrica, que soñaba con el evento desde junio de 2004, cuando un sonriente Nelson Mandela levantó la Copa en Zurich para festejar la elección del país como sede de la máxima cita futbolística del planeta.
“Es irrefutable que Sudáfrica realizó un Mundial de primera clase. Pero su realización estuvo concentrada dentro y en los alrededores de los estadios, y fue para los telespectadores y para la elite que visitó nuestro país, de hinchas a jugadores. Y, en última instancia, para la FIFA”, dijo.
Muchos sudafricanos, incluso los más humildes, aseguran que están felices por el Mundial: “Para mí ha sido fantástico, tuve mucho más trabajo y gané mucho más dinero”, dijo a DPA el taxista Karabo, feliz por el aumento de la demanda propiciado por la llegada de la legión de visitantes extranjeros al país.
Pero esa opinión no es unánime entre los menos favorecidos: “Los pobres no tuvieron acceso al Mundial, ni tampoco la gente que vino de otros países. Entonces, ¿cómo podemos decir que algo va a cambiar?”, se preguntó Mnikelo Ndabankulu, en declaraciones al Mail & Guardian.
De hecho, la realización del Mundial creó, por el breve período de 30 días, una serie de beneficios que históricamente han sido negados al pueblo sudafricano.
Los tribunales judiciales “express” para solucionar rápidamente casos criminales y el transporte rápido y eficiente, creados por el gobierno para operar durante el Mundial, siguen siendo un sueño lejano para los que sufren con el precario sistema de transporte público y la lentitud de la Justicia.
Más allá de los hermosos y modernos estadios como el Soccer City de Johannesburgo, Zuma y el presidente del comité organizador, Danny Jordaan, destacaron como principal legado no sólo la unión entre blancos y negros de Sudáfrica sino también el estrechamiento de los lazos del país con el resto del continente africano.
La presencia de 15 presidentes del continente en la final que ganó España y el masivo apoyo de la hinchada a los equipos del continente tras la eliminación de los “Bafana Bafana”, en la fase de grupos, parecen confirmar esa apreciación.
Pero también hay motivos para el temor, ante los rumores crecientes sobre el inminente estallido de una nueva ola de xenofobia similar a la de mayo de 2008, cuando 62 personas, la mayoría inmigrantes africanos, fueron asesinadas y otras decenas de miles expulsadas de sus casas.
En una declaración emitida en la mitad el Mundial, la fundación de Nelson Mandela expresó su “preocupación por los rumores circulantes sobre sentimientos negativos hacia los no sudafricanos”, y advirtió: “No podemos culpar a otros de nuestros problemas”.
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