Lunes, 25 de abril de 2011 | Hoy
CONTRATAPA › A PROPóSITO DEL ANHELADO REGRESO DEL GASóMETRO A AVENIDA LA PLATA
Por César Francis
Los sanlorencistas nos preparamos para una nueva peregrinación a la Legislatura porteña para regresar a nuestra tierra sagrada y cumplir con el objetivo que vieron unos pocos soñadores, como Adolfo Res, Marcelo Vázquez, Juan Temez y la enorme Subcomisión del Hincha.
A ellos se les presentó una visión y creyeron en esa aparición con ribetes de tribunas de maderas y plateas pintadas de rojo y azul llamado Gasómetro, pero en versión 2011. Nunca descreyeron de lo que sintieron, de lo que vieron, aunque no pudieran tocarlo, y con la fe de los aventureros, aquella que no entiende de razones ni de sentidos comunes, salieron a predicar el mensaje que recibieron: ¡volver a avenida La Plata!
Sabían que sería imposible conmover las pesadas patas de las sillas en las que se posan los que ostentan el poder, sin que miles o millones los acompañemos en su fe.
Mientras escribo estas líneas me veo con 16 años rateándome del colegio, para tomarme el colectivo 7 en Córdoba y Maipú y bajarme en San Juan y avenida La Plata, como lo había hecho infinidad de veces con mi viejo y miles de cuervos para emprender la marcha hasta el Gasómetro.
Me rateaba porque lo estaban descuartizando, el Gasómetro se estaba yendo, agonizaba, y yo sentía que debía estar con él, sentarme en sus gradas como quien le toma la mano al moribundo, caminar su césped hecho tierra como si fuera una caricia en su frente surcada de arrugas, para evitar que justamente él, que supo albergarnos de a miles, se sintiera solo en sus horas finales.
La fe de aquellos visionarios elegidos logró que miles los siguiéramos, con mayor o menor grado de incredulidad, sabiendo que no es hora de dudas sino de acción, de acompañar, empujar, porque lo peor que nos puede pasar es no intentarlo. Tal vez sea verdad aquello de que la fe mueve montañas, aunque ahora le pedimos a la santa fe un esfuerzo menor: mover un supermercado.
Mientras escribo me supera esta singular inspiración mística que no sentía desde el día que tomé la comunión. Tal vez el padre Lorenzo Massa esté haciendo una vez más de las suyas; confieso que muchas noches de insomnio a veces me encuentro pensando qué hubiera sido de millones de argentinos –empezando por mí– si el padre Massa no hubiese fundado San Lorenzo... Seguramente habríamos transitado por la vida en blanco y negro, privándonos de sentir la singular excitación del amor incondicional.
El regreso a avenida La Plata requiere de una militancia en movimiento que vulnere la apatía, la indiferencia, la quietud y el silencio. Una manera de lograr que el virus se expanda, que la fe crezca y se desarrolle, que marque una senda tan profunda como pétrea, es la de peregrinar como buenos santos de Boedo.
El actual Pontífice dijo que ir en peregrinación significa caminar hacia una meta y que ese caminar le confiere al camino y a su fatiga una belleza propia; entonces debemos decirles a todos que los sanlorencistas seremos peregrinos crónicos, eternos, hasta lograr recuperar nuestra Meca, nuestra Tierra Santa, disfrutando el andar por más duro que resulte, porque no habrá placer igualable para nuestras almas que el de volver a ser dueños del campo santo de avenida La Plata.
Así estamos yendo al trabajo, volviendo a nuestros hogares, en el café con los amigos, inmersos en nuestra rutina, saboreando de antemano la próxima peregrinación, la cual seguirá fortaleciendo nuestra fe y contagiando a más cuervos para que se sumen a la marcha, anhelando que donde hoy hay góndolas mañana se pinte una línea de cal, donde hay cajas de cobro se pueda pisar el área grande y que en el sector de carnicería dibujen el círculo central.
Nosotros peregrinaremos una y otra vez hasta alcanzar nuestro sueño, recuperar nuestro Gasómetro, allí donde el espíritu de Monti sigue buscando la pierna del rival que se hizo el vivo con el pibe que debutaba, donde los espectros de Pontoni y Martino todavía tiran paredes entre changuitos repletos de comestibles, porque saben que algún día volverán los tablones, aunque revestidos de cemento, y con ellos el rugir de la multitud que alguna vez los aclamó: “Señores yo soy de un barrio, barrio de corazón, señores soy de Boedo, y soy hincha del Ciclón”, y en ese canto volveremos a sentir que muchos años atrás estuvimos ahí, en esas mismas coordenadas, muchos centímetros más abajo, con mucho más cabello, menos kilos, más inocencia, aferrados a la mano tan inmensa como callosa de nuestros viejos, que nos amarraba muy fuerte como si temieran que nos escabulléramos por el vacío que separaba a los tablones y haciéndonos sentir, sin entenderlo claramente, que estábamos viviendo un momento mágico, eterno e inolvidable, tan eterno e inolvidable como el mismísimo Gasómetro de avenida La Plata.
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