Lun 18.07.2011
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CONTRATAPA › A 75 AñOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAñOLA

Los relatores de Franco

› Por Gustavo Veiga

A 75 años del comienzo de la Guerra Civil Española, una calle de La Coruña y un premio que se otorga en los medios de comunicación llevan el nombre de Enrique Mariñas. Con Matías Prats compuso una célebre pareja de relatores deportivos cuya labor profesional coincidió con casi toda la dictadura franquista (1939-1975). Aunque menos conocido que su compañero en el exterior, dirigió la filial de Radio Nacional de España (RNE) en aquella ciudad. Lo hizo casi desde el mismo momento en que los fascistas empuñaron las armas contra la República. A este periodista y locutor partidario del régimen se le atribuye la lectura de una proclama de los sublevados dos días después del levantamiento, el 20 de julio de 1936. En El alzamiento de 1936 en Galicia, de Carlos Fernández, se cuenta: “La Guardia Civil ha llegado a la emisora, los de asalto se confían, les abren la puerta y, una vez dentro, se apoderan de la radio. Mariñas, que instantes antes daba vivas a la República, ahora chilla nerviosamente a favor del alzamiento”.

El José María Muñoz gallego era polifacético: se licenció en Derecho a los 21, llegó a ser concejal de su ayuntamiento y además se destacaba como un dibujante experto en motivos taurinos. La muerte lo sorprendió en 1979 al frente de RNE en La Coruña, donde había ingresado en 1934. Nacido en Madrid en 1912 y padre de siete hijos (uno de ellos, Luis, fue un prestigioso conductor de noticieros televisivos que falleció en enero de este año), ha sido destacado por el diario El País como “una de las figuras de la radiodifusión española”. El artículo que se publicó en 1980 y está al alcance de cualquiera en Internet dice: “El tándem formado con Matías Prats en las retransmisiones de partidos de fútbol durante veinte años fue uno de los hitos en la información deportiva española”. También ganó varios premios, dos de ellos a tono con los tiempos que corrían en la España de Franco: las cruces del mérito militar y naval.

Su larga trayectoria se identificó más con la radio, pero no desdeñó la prosa periodística. Una compilación con más de un centenar de artículos seleccionados por su hijo Luis y que se publicó en 2005, se conoce como La jugada final, un libro de 360 páginas que prologó su inseparable amigo y colega Prats. En él demostró que sus inquietudes iban más allá del fútbol, el deporte que lo hizo famoso.

El célebre dueto que integraron los dos periodistas sería conocido como “Las voces imperiales”. Sus biógrafos describen que los primeros tiempos los relataba Prats y los segundos, Mariñas. Domingo deportivo español se llamaba un programa radial de gran audiencia que hicieron juntos. Una fotografía en blanco y negro los rescata vestidos de traje en un estadio, relatando al aire libre, uno detrás del otro. El crédito gallego sentado sobre un banquito de madera y Prats, con infaltables gafas (había recibido una herida en los ojos durante la Guerra Civil), apoyado en una almohadilla, de esas que se parecen a las que arroja el público español cuando reprueba una mala performance de sus equipos.

Franco había ganado la guerra mucho antes, incluso antes en el deporte que en los campos de batalla. A fines de 1938, el Comité Olímpico Internacional (COI) desconoció al gobierno republicano y le otorgó su representación en el territorio al gobierno de “la España liberada”. El fútbol y los toros, además del cine y la radiodifusión, serían algunas de las poderosas herramientas escogidas por el franquismo para cohesionar a los españoles tras la Guerra Civil que había partido al país en dos.

Juana Ginzo, actriz de radioteatro y coautora de Mis días en la radio con una extensísima trayectoria, escribió en Kane 3, un sitio español especializado en cine, televisión y radio: “El césped de los estadios fue otro escenario de la batalla contra el comunismo, ‘el enemigo que intentaba dividirnos’, según los tópicos de la propaganda franquista. Las hazañas de la selección española, contadas en Radio Nacional por los maestros del género Matías Prats, Enrique Mariñas y Juan Martín Navas, producían un efecto de entusiasmo fácilmente manejable políticamente. Y si el gol largamente cantado se metía en la portería de la Unión Soviética o de sus socios, se producía el delirio”. El artículo es de 2006. Un fresco de la época en que el régimen modeló su identidad deportiva.

El general José Moscardó, el mismo que conserva un lugar en el panteón de los héroes franquistas por su resistencia en el Alcázar de Toledo, fue el hombre fuerte del deporte español hasta su muerte en 1956. En el primer número del diario deportivo Marca, el 21 de diciembre del ’38, adelantaba lo que sería la política deportiva de la dictadura tras la Guerra Civil: “Todo es función de Estado, nosotros nombraremos a los presidentes de las federaciones, que a su vez, por contar con nuestra absoluta confianza, inspirarán los movimientos de aquéllas en los procedimientos que se estimen más eficaces para el interés de la patria”.

En ese contexto se desempeñaría Mariñas junto a su inseparable colega. Ambos compartieron la misma vocación de servicio en tiempos de oscurantismo franquista. “La política del Estado falangista, orientada hacia la unidad y el fortalecimiento de cuantas actividades conduzcan a la más firme potencia de la patria, no puede descuidar en modo alguno el deporte”, decía un decreto del régimen firmado el 5 de marzo de 1941. En las normas abundaban advocaciones a la patria, una patria de camisas azules y de cara al sol. “En aquella época todos éramos franquistas, al menos los que trabajábamos en un medio oficial como RNE”, confesó Prats en una entrevista años después. No hacía falta aclararlo.

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