CONTRATAPA
› Por Adrián De Benedictis
Francisco, de unos 55 años, transitó casi toda su vida por la zona de Villa Urquiza, aunque un tiempo también lo hizo por Saavedra. En ese lugar de la Capital todavía atiende su taller mecánico, que abre de lunes a sábado, religiosamente, y sólo el primer día de la semana no atiende a sus clientes. Esa jornada estuvo reservada, desde su niñez, para trasladarse muy cerquita de ahí, hasta Núñez, y así seguir de cerca lo que ocurría con el club del cual es socio desde recién nacido: River. Pero esa rutina sufrió un cambio brusco por estos días. La institución que más títulos ganó en la historia del fútbol argentino ya no jugará ese día para dedicarle momentos de felicidad, o de los otros.
Pero el hombre, que es reconocido por sus vecinos por su amabilidad y su buena predisposición en el trato, tenía un compañero con el cual compartían el ritual de ir hasta el estadio Monumental: Gregorio. Ambos se encontraban por la zona luego del almuerzo, y partían sin apuro hacia la esquina de Figueroa Alcorta y Udaondo. Francisco y Gregorio decidieron mantener su ritual también ayer, aunque sus rostros reflejaban una mueca de incredulidad: el torneo de Primera División comenzó en las últimas horas, pero River no participará por primera vez en sus 110 años de historia.
–¿Cómo andás, Gregorio? –lo recibió ayer Francisco en la puerta del taller, que mantenía las persianas bajas.
–Acá ando, ¿y vos? –le contestó Don Gregorio, unos años más grande que su compañero de ruta.
–Bastante bien. ¿Viste algo de los partidos de ayer? Yo por suerte estuve con mucho laburo en el taller y no alcancé a ver nada.
–Te digo la verdad, Pancho: no sé ni quién jugaba. El único que me enteré que ganó fue Central.
–¿Le ganó a Independiente, no?
–No, creo que los rosarinos están en la B.
–¿Pero ahora no jugaban todos juntos de nuevo, los de la A y los de la B?
–Qué sé yo. A mí me está preocupando otra cosa.
–¿Qué te pasa, Gregorio?
–¿Me querés decir qué carajo vamos a hacer los domingos a la tarde? ¿A dónde m... vamos a ir si la cancha va a estar cerrada?
–Bueno... ya le vamos a buscar la vuelta. Pero si querés hoy podemos ir igual y la miramos un rato desde afuera. Seguro que se nos van a venir a la memoria algunos recuerdos de los años que ganábamos seguido. ¿Te acordás de eso?
–Y dale, vamos. Total, peor que acá no vamos a estar.
El diálogo entre los dos cambió de foco ayer por la tarde. Ninguno de los otros domingos de su vida tuvieron que replantearse hacia dónde se dirigían para pasar la tarde. Todo surgía automáticamente entre los dos por ese entonces. Y la confusión ahora acerca de la categoría en la que se encuentran equipos con gran trayectoria en Primera, también le dio otro vuelco inesperado a la charla. Con los amagues de una fusión posible entre la Primera y el ascenso, los dos quedaron desconcertados y la mezcla de partidos se hizo evidente.
De todas maneras, Francisco y Gregorio se fueron derecho hacia la cancha de River, como todos los domingos anteriores, y cuando se pararon frente a ese anillo gigante se miraron los dos y surgió una nueva conversación.
–Gregorio, te voy a decir algo, y mirá que esto creí que no lo iba a vivir nunca más en la vida.
–A ver, dale, te escucho.
–Esto de venir un domingo a la cancha y que esté vacía me hace acordar a cuando nació mi primer hijo.
–¿Y por qué? ¿Qué tiene que ver?
–Es que cuando nació Francisquito me confundí de maternidad y me fui a otra que había sido desalojada unos días antes por refacciones. Entonces llegué ahí y no había nadie. Creí que me estaban haciendo una joda para darme una sorpresa por ser padre primerizo. Pero no: yo no lo quería creer, estaba seguro de que el lugar era ése, y no estaban ni mi mujer ni mi hijo. Encima no existían los celulares y no tenía a quién llamar. ¿Sabés lo que hice?
–No, decime.
–Me fui para casa a esperar alguna noticia; y como nadie me llamaba, pensé que todo era un sueño. Me enteré de que fui padre al otro día, y mi mujer no me habló durante un mes. Ahora me pasa lo mismo. Siento que todo esto es un sueño. Que es una joda de mal gusto. Nadie sabe cuándo juega, ni contra quién, ni a dónde. Y ahora hay que esperar un tiempo largo para que vuelva a jugar un domingo.
–Tenés razón Pancho, es increíble lo que nos toca vivir.
–¿Vos sabés algo de River?
–Ahora dicen que juega un martes...
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