CONTRATAPA › A PROPóSITO DE UN HIPOTéTICO CRUCE ENTRE BOCA Y RIVER EN LA COPA
Esta semana, en el caso de que River consiga su clasificación a los octavos de final de la Libertadores, se definirá si los clásicos rivales se eliminarán entre sí en una llave a todo o nada. La última vez el duelo lo ganaron los Millonarios, pero por la Sudamericana.
› Por Juan José Panno
La posibilidad de que Boca y River se crucen en los octavos de final de la Copa Libertadores genera en los hinchas de ambos equipos lo que la Real Academia define así:
a) Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
b) Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
A eso, en el barrio, se lo conoce como cagazo.
Los hinchas de Boca tienen miedo de que todo lo que el equipo ha venido construyendo desde comienzos de la temporada se desmorone como un castillo de naipes y que las victorias al hilo obtenidas en la primera fase vayan a parar a la basura si el ida y vuelta lo deja a River en carrera y a Boca limitado a seguir participando en el certamen local. Imaginan como la peor de las pesadillas las “gastadas” que sobrevendrían si se repite la historia de la Sudamericana, en la que el clásico rival los sacó de carrera. River ni siquiera está clasificado todavía, pero cuando analizan los posibles cruces los boquenses advierten que existen serias chances de que el club de sus amores sea el de mejor puntaje y River el clasificado en el último lugar de los 16 que pasan de ronda. Y como saben que todo eso de mejor primero y peor segundo se relativiza en el mano a mano, entran en pánico. Se sienten conformes con el equipo, saben que hoy está mejor parado que el clásico rival, pero nada de eso evita que se hagan la preguntita fatídica: ¿y si perdemos? Entonces tiemblan.
El miedo de River es aún más intenso porque tienen otra prioridad: ganarles a los bolivianos y esperar que Juan Aurich no consiga una victoria ante Tigres en Ciclayo. Pero los más optimistas descuentan que en el Monumental van a golear y que los peruanos no van a ser capaces de ganarle a un cuadro muy superior como lo es el de los mexicanos. Y entonces ahí aparece el fantasma de Boca en el horizonte y comienza el estremecimiento. Saben –no pueden negar la realidad– que no están jugando bien, que el equipo no tiene nada que ver con aquel que brillara el año pasado, que Boca llegaría muy agrandado a esta especie de final anticipada y recuerdan que en la Copa hay antecedentes que no los favorecen y que en el verano se comieron dos derrotas consecutivas, una de ellas por cinco a cero, a pesar de haber jugado con todos los titulares. Piensan en la camiseta azul y oro, en la histórica paternidad, en el festejo que se puede dar en la Bombonera. Y tiemblan.
Nueve de cada diez hinchas de Boca quieren que River no pase o que en todo caso, si pasa, se deba medir con el Corinthians. Y aquí aparece un punto de encuentro entre los primos: nueve de cada diez hinchas de River prefieren cruzarse con Corinthians antes que con Boca.
Lo más curioso es que el posible duelo, que encima se complementaría con un partido por el campeonato local en el medio, provoca espanto en algunos que nada tienen que ver con los dos cuadros.
Si juegan Boca y River, ¿de qué otra cosa se va a hablar en los días previos? ¿A quién le va a importar si Gabriela Michetti y Rodríguez Larreta van o no a todos los canales de televisión a dirimir la interna? ¿Qué valor se le asignará a la palabra de Randazzo cuando hable mal de Scioli o a Diana Conti cuando hable bien? ¿Dónde se tendrá que meter Alfredo Leuco sus futuras cartas abiertas, quejándose de los viajes de Cristina? ¿A quién le importarán las cumbres americanas si algunos se abrazan y otros se miran torcido? ¿Quién les prestará atención a las declaraciones de rabiosa oposición como las que viene formulando en los últimos días Héctor Méndez? ¿Qué medio le dedicará espacio al curioso fenómeno del youtuber español Rubios?
El punto más extremo es que lectores, oyentes, televidentes y usuarios de las redes sociales se librarán de la pareja conformada por Gisella Bernal y Ariel Diwan. Ni de ellos dos se va a hablar si se da –y por todo esto ojalá que se dé– un prematuro cruce de Boca y River en la Libertadores.
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