Lun 21.03.2016
libero

CONTRATAPA › FUTBOL A PROPóSITO DEL FALLECIMIENTO DE ROBERTO PERFUMO

Hablemos de fútbol

› Por Alberto Daneri

Me pareció excelente el homenaje de un real racinguista como Martín Granovsky a Perfumo. Exhibió también perfume a nostalgia y a verdad. Voy a memorarlo desde el otro extremo de Avellaneda: Independiente.

No puedo presumir de haber conocido bien al crack. Recuerdo cuando en 1964-65 yo, jovencito, era comentarista en Clarín y me enviaban a seguir –pues gustaban mis análisis con el 4-2-4 y otros dibujos, que no se estilaban– al Boca que sería campeón. Antes de un partido, abrí la puerta del vestuario de Racing. Miraron inquietos el DT y los jugadores reunidos en el centro, junto a un brasero o algo similar: era una forma de macumba. Para dar suerte. ¡Y vaya que les daba! Hacía poco que había empezado esa racha increíble de 30 y pico de partidos invictos.

De allí, supongo, nacen los insólitos cuernitos de Basile y otras manías invocando al triunfo. Uno me paró luego y preguntó si lo iba a publicar, pues yo inventé los dialoguitos en ese matutino. Respondí: no, códigos privados no incluyo en mis análisis. Algo distinto al chismorreo de hoy. Medio siglo después semeja un juego de chicos grandes. En 1965, no.

Yo de pibe era mascota en Independiente, pero lo critiqué sin piedad al ser periodista. Se equivoca –o quizá es irónico– Granovsky, tildando como “época rara” cuando se festejaba el triunfo del rival nacional ante algún extranjero. Todos se paraban frente a los televisores callejeros en 1968 para aplaudir la copa de Estudiantes, si bien no agradaba su fútbol. Hoy lo juzgaríamos mejor: tenía a Poletti en el arco, a mi amigo el Dr. Madero –otro crack ninguneado–, al Bocha Flores, a Conigliaro y a la máxima figura, eclipsada después injustamente por su hijo: Verón.

También aplaudimos a Cárdenas en el Centenario. Sólo malos bichos los odiaban. Es la gente que hoy enluta las tribunas de Boca, Racing o Independiente. Aquel equipo de José, un Pizzutti callado que sabía de fútbol y fue menospreciado. Antes, en 1962, hubo dos partidazos del inolvidable Santos de Pelé –el mejor equipo que he visto– frente a ese Racing campeón 61, que perdió 4-2 y 8-2: salvaron el honor dos goles del Marqués Rubén Sosa, aquel talento olvidado. Atención: la tribuna en Huracán aplaudió de pie –sí, también los racinguistas– a Pelé y su exhibición, al compadre Coutinho, Mengalvio, Pepe y otros. Pizzutti, 9 del equipo, pidió a su DT no salir a achicar la cancha pero el DT –no lo nombro– los mandó a encimar arriba, según me contó un jugador. Y a los 15 minutos perdían 3 a 0. Pelé, con dos sombreros, hizo la gran diferencia.

Todavía no jugaba Perfumo, lo hacía Anido, un crack en las prácticas más que en la cancha. ¿Por qué se aplaudía? Porque no era pecado jugar en algún equipo rival. ¿Cuántos hoy conocen que Moreno fue, previo a Tevez, el único campeón en cuatro países: Argentina, Chile, México y Colombia? Siempre en el primer año, tras partir de Argentina, porque defendió contra la AFA la agremiación de jugadores aceptada por Perón (a veces no cobraban durante tres años) y fue un pionero, con Pedernera, Pippo Rossi y Di Stéfano: River los colgó. Así iniciaron la huelga de 1948 que le dio el campeonato a Independiente, con la Tercera.

Era el inicio del colosal ciclo de Millonarios de Colombia: con Báez y el genial arquero Cozzi salió campeón en 1949, 51, 52, 53. Cuidado: ese Ballet Azul jugaba contra cracks: Independiente de Santa Fe incluyó a varios de la selección uruguaya y al Maestro, René Pontoni, el ex San Lorenzo apodado en los 40 “el mejor 9 de la historia”. Dato para el que erra un penal y lo cree normal: 1948 fue el primer año en la historia del fútbol colombiano en el que un jugador erró un penal. ¿Cuántos saben que al volver Moreno jugó en River y luego con 36 años (50 de ahora) en Boca (1950) y fue subcampeón? Llegó a Defensor de Montevideo, equipo de media tabla para abajo (tipo el Napoli de Sívori o Maradona) y lo sacó subcampeón por única vez en su historia. Aplaudan, hinchas.

Millonarios goleaba a todos y fue quien llevó a Di Stéfano a Europa al ganarle al Madrid en 1953, momento en el que Alfredo, 27 años, iba a dejar el fútbol. ¡Qué destino! Jugó hasta los 41, ganó 5 campeonatos de Europa y en 1989 le dieron el único Súper Balón de Oro: al Mejor Jugador de Europa entre 1953-1989. Sí, tras ver a Matthews, Sívori, Grillo, Pelé, Puskas, Cruyff, Beckenbauer, Maradona. Además, con 714 goles en 793 partidos y 9 campeonatos de España. Poca cosa.

Perfumo fue el único jugador que se quitó el casete de la boca, dejó el verso y siempre respetó a los otros: no quería quemarlos. Pero confió sus métodos non sanctos para detener a rivales. Algo que evitó Rattin. Recuerdo que nos prometía relatar ciertas verdades del fútbol cuando dejara. No lo hizo. Luego diputado, tuvo cargos. Y calló todo. Perfumo era notable. Pero sería erróneo pensar que ha sido el mejor N 2 de la historia. Como decía Di Stéfano, sólo se puede juzgar por décadas. Y sobre jugadores que uno vio en la cancha. Los anteriores son de palo. O decir que Maradona es el mejor de la historia juzgándolo por videos.

De los que vi, prefiero a Alfredo Pérez, de River; Ramos Delgado, segundo; Oscar Basso, de San Lorenzo, tercero; Perfumo cuarto y Dellacha quinto. Por supuesto, hoy echarían no a Perfumo –como él decía, autocrítico– sino a Colman, de Boca, Huss o Allegri de Vélez Sarsfield y otros que sabían jugar bien cuando querían, pero eran muy duros de pasar. No por codazos arteros de ahora. Los golpes iban sólo para las piernas.

Escribo esta nota deseando que los jóvenes entiendan la veneración hacia quien jugaba bien, no importa dónde: todos aplaudían a Rojitas en Boca, a Lugo en Lanús –uno de los pocos vendidos al exterior, fue a España– donde brillaban Ramos Delgado, Guidi y el impar Nazionale. Al petiso Rendo en San Lorenzo, que la rompió en el segundo tiempo contra Perú en 1970; entró, hizo el gol del empate y fuera del Mundial.

O el debut de dos en River frente al Santos, 1962. Martín Pando venía de Argentinos Juniors, pelota sobre el pasto, como manda su escuela: Redondo, Riquelme, etc. Cap, el otro. Con Varacka –ex Independiente– y un solo entrenamiento enfrentaron a Pelé, imbatible hasta allí. Lleno el estadio. Pando, la figura. Ganó River 2 a 1. Ovación. Sin banderías.

No olvido a Tucho Méndez como enganche de Racing y la Selección. O ese insuperable gol de chilena que le hizo al Rojo desde la izquierda del área al arquero Simonetti, ni que aún posee el récord de goles (17) en campeonatos sudamericanos, hoy Copas Américas. De las que el increíble Maradona jugó 2 o 3 y no ganó ni una. ¿Hay alguien que vio jugar a Méndez o a Corbatta –nuestro mejor puntero derecho– y no los admire? Memoro al gran Pippo Rossi en un bar: “El Sudamericano de 1957 lo arrasamos, goleamos a Brasil 3 a 0 y Uruguay 4 a 0. Se habló de Maschio, Angelillo y Sívori, pero mi rueda de auxilio, el que iniciaba las jugadas era Corbatta. Si iban al Mundial 58, lo ganábamos. Pero el orgullo hizo que no llamaran a Alfredo ni a Sívori. Así y todo, Corbatta hizo 3 de los 4 goles. Y al llegar aquí le tiraron monedas, como a mí o a Carrizo, que nada incidió en los 6 goles frente a Checoleslovaquia”.

Se sabe que la hombría de bien de Perfumo superó la desesperación que hizo peligrar la mente de aquel chico de Sarandí al dejar el fútbol. La psicología –de la cual yo soy escéptico, como tantos en el planeta desde hace 20 años– lo ayudó más de lo que la gente intuye. Incluso cambió su visión de la vida y le aportó un norte, sin vivir marginado del fútbol, ya que amaba esa profesión. Y los amores no se abandonan, cuando siguen vigentes. Hizo todo lo que pudo, con profesionalidad aunque sin destacarse, como entrenador. Y era sincero al opinar, un mérito mayúsculo. En algo no tuvo parangón: nadie se autoinculpó como él sobre esa época, con poca tevé, donde las faltas no se veían.

Ocultó algo: su cabezazo hacia atrás frente a Alemania en el Mundial 1966: pegó en el travesaño y casi nos produce un gol en contra. Esto lo resalto y lo elogio, porque exhibe su pudor: nunca se creyó el mejor. Rechazado de joven en River, marchó llorando. Su tenacidad lo llevó a lo más alto. Sabio ejemplo de un atleta con valor que busca superarse.

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