BOXEO
La conquista del título Intercontinental AMB de los superplumas ante un peluche tailandés lo pone otra vez en carrera por el cinturón de campeón mundial.
› Por Daniel Guiñazú
El hombre de la noche no subió al ring del Luna Park con guantes y pantalones cortos. Lo hizo con una peluca enrulada de mujer y anteojos negros, viniendo a paso firme desde las últimas filas del ring side, donde pacientemente aguardó el momento de aparecer en escena. Y ese momento llegó ocho segundos después de que Jorge Rodrigo Barrios, con una izquierda en gancho, derribara por primera vez al tailandés Decho Bankluaygym.
Cuando el árbitro Fernando Peyrous se aprestaba a darle el pase al asiático y las 8 mil personas presentes en el estadio intuían la inminencia de la definición, el hombre de la peluca y las gafas negras dio un salto, quiso trepar al cuadrilátero y quedó enganchado entre la primera y la segunda cuerda. De entre sus ropas, sacó un cartel, escrito a mano en papel afiche, que decía: “Kirchner, que no maten a los deportistas en vida”. Pero poco pudo mostrárselo al público presente y a los millones de televidentes que seguían la pelea en la Argentina y en toda América. Los efectivos policiales de la comisaría 22ª y la guardia de seguridad privada del estadio se lo rompieron y lo tiraron al piso, al mismo tiempo que reducían rápidamente al intruso. En el forcejeo, el camuflaje de ocasión pasó a mejor vida. Y sin los anteojos ni la peluca, la identidad del invasor quedó puesta en evidencia: Mauricio Cabrera, un ex boxeador sanjuanino en conflicto con la Secretaría de Deportes de San Juan, la Federación Argentina de Box y el canal de cable TyC Sports, luego de haber sufrido en 2005 un accidente de pelea que le puso el punto final a su carrera (ver recuadro aparte).
El insólito piquete pugilístico de Cabrera alteró la normalidad del combate y privó a Barrios de una rápida victoria por nocaut en el primer asalto. Al momento de su caída, Bankluaygym estaba conmocionado, listo para irse a la lona no bien recibiera otra mano. Y el paréntesis de un minuto y 42 segundos que hubo entre la irrupción del demandante sanjuanino y la reapertura de las hostilidades, le dio al tailandés el aire que necesitaba para despejarse y seguir resistiendo las andanadas de Barrios. A ocho segundos del cierre de la vuelta, inclusive, en una refriega le colocó una derecha en contraataque a la Hiena que le hizo apoyar la rodilla derecha sobre el tapiz. Fue una caída y Peyrous debió haberle contado a Barrios. Pero sumido en la confusión que por entonces imperaba en el estadio, el árbitro creyó que se había tratado de un resbalón.
En realidad resultó un hecho fuera de contexto. Antes y después hubo un solo boxeador sobre el ring. Barrios hizo valer las amplias diferencias de jerarquía y fortaleza que había a su favor. Sacudió la cabeza de Bankluaygym con su izquierda voleada cuantas veces se lo propuso, hasta que el nocaut, que había quedado trunco en el primer round, se produjo en el tercero. La Hiena marró una derecha ampulosa. Pero le metió de refilón al tailandés un gancho de izquierda a las costillas que terminó derrumbándolo por toda la cuenta y toda la noche. Bankluaygym fue sacado en camilla del ring y del estadio, y recién pudo recuperarse pasadas las 2.30 del domingo, en una cama del Hospital Argerich.
La pelea fue tal. El tailandés demostró ser un boxeador elemental, fuerte y corajudo, no mucho más que eso. Pero tampoco podía pretenderse que en su reaparición, después de haber perdido su título mundial en la balanza de un hotel de Las Vegas, a Barrios le pusieran un fenómeno. Tenía que reconciliarse con el público y consigo mismo después de aquel desliz. Y ese objetivo, en su primera actuación como fondista, se cumplió con creces. A partir de lo cual cabe preguntarse: ¿está Barrios en condiciones de volver a ser campeón del mundo?
La respuesta es simple, cae de madura: depende de Barrios y nada más que de Barrios. Cuando hizo buena letra y cuando no se dejó arrastrar por las tentaciones marginales, demostró que posee clase internacional, más allá de los reparos técnicos que puedan hacérsele a su permeabilidad defensiva, y a su tendencia a partir con golpes curvos en lugar de utilizar los rectos. A los 30 años, no le sobra tiempo para dejarse estar y tiene en claro que su futuro se halla entre los superplumas. Por eso volverá a hacer todos los esfuerzos que sean necesarios para ceñirse dentro de los 58,967 kilos, límite de la división que le cuesta dar cada vez más.
Con esta victoria, Barrios ganó no sólo el irrelevante título Intercontinental superpluma de la Asociación Mundial sino también un lugar en el ranking de la categoría. El campeón AMB es el fulminante noqueador venezolano Edwin Valero y hay versiones de que se aprestaría a dejar el título para pasar al peso liviano, con lo cual Barrios podría participar de una hipotética selección para reemplazarlo. Lo dicho: el destino boxístico de la Hiena está en sus manos y en el Luna volvió a ponerse en marcha. Eso fue lo único valedero de una noche que coqueteó sin vergüenza con el escándalo y el drama.
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