BOXEO › INCREíBLE DERROTA DEL CAMPEóN MUNDIAL MEDIOPESADO AMB
El boxeador de Tigre protagonizó una de las sorpresas más rotundas que se recuerden en la historia del pugilismo argentino, entregándole mal preparado la corona al español Gabriel Campillo, rankeado en el 15º lugar.
› Por Daniel Guiñazú
Nadie daba nada por el español Gabriel Campillo. Llegó como un rival de ocasión, clasificado 15º en el ranking de los mediopesados de la AMB especialmente para que Hugo Hernán Garay diera otro paso al frente y robusteciera su condición de campeón del mundo. Y se marchó como nuevo titular AMB en la división de las 175 libras, luego de haberle dado forma al mayor batacazo del año en el boxeo mundial y a una de las sorpresas más rotundas que se recuerden en la historia del pugilismo argentino.
Después de tres rounds iniciales de quietud y apatía, Campillo (79 kg) se reveló como un boxeador de buena línea, manejo interesante de la derecha en jab y en directo y una izquierda ascendente que martirizó a Garay (79,300 kg). Acaso le falte vigor porque no es un mediopesado natural sino un supermediano venido a más. Pero sus virtudes técnicas sólo explican una parte de lo que sucedió en la madrugada del domingo ante 3500 espectadores en el Hogar de los Tigres, el estadio de Libertad de Sunchales, en la provincia de Santa Fe.
La razón fundamental de una derrota que mandó los pronósticos de la cátedra al cesto de los desperdicios pasa por la baja condición física que presentó Garay. Pigu dominó con claridad los primeros nueve minutos de acción a partir de su izquierda en gancho al cuerpo y a la cabeza. Pero cuando, en el cuarto asalto, Campillo se puso en marcha, se le fue haciendo cada vez más cuesta arriba sostener el ritmo continuo de pelea que propuso e impuso el español. A tal extremo que del 6º al 11º round perdió todos los parciales, mientras boqueaba en busca de una partícula de oxígeno para sus pulmones diezmados y el público trataba de sostenerlo con su aliento.
Esos quince minutos fueron un calvario para Garay, en la misma medida en que resultaron el segmento clave en el cual Campillo recuperó el terreno cedido por su estatismo en las tres primeras vueltas y pasó al frente en las tarjetas. En los tres últimos rounds, Garay trató de llevárselo por delante, friccionando el trámite en la corta distancia. Pero su corazón no fue suficiente. Terminó sangrando por la boca y con los pómulos muy marcados, señal de todo lo que Campillo le pegó. Los jurados reconocieron su buena labor y dos de ellos lo vieron ganador por un punto: el panameño Guillermo Pérez Pineda falló 115-114 y el mexicano Alfredo Polanco, 114-113, todos para el español. El nicaragüense Enrique Portocarrero se inclinó por un empate en 114 y Líbero le dio dos puntos: 115-113.
Se rumoreaba en el ambiente que Garay no había llegado en las mejores condiciones a la pelea y que había debido exigirse para dar el peso. Pero nunca se imaginó que tenía gas para tan poco. Seguramente, ahora vendrán las disculpas tardías y la autocrítica a destiempo. De nada valen. Lo único cierto es que mientras el título del mundo le duró a Garay menos de un año, Campillo vuelve a España sin poder creer que sea el nuevo campeón de los mediopesados.
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