TENIS › TRISTE DESPEDIDA DE DAVID NALBANDIAN DEL ABIERTO DE AUSTRALIA
El cordobés viajó a Melbourne a buscar el ansiado título de Grand Slam, pero el español Juan Carlos Ferrero le dio un duro cachetazo y lo dejó afuera de las rondas finales de un torneo grande por séptima vez consecutiva. “No me llevo la mejor sensación, obviamente”, dijo tras la eliminación.
› Por SebastiAn Fest
desde Melbourne
¿Era realmente David Nalbandian? El jugador sin reacción, lento y vapuleado, el hombre sin respuestas en el Rod Laver Arena no parecía el mismo que cerró 2007 sorprendiendo al mundo y que comenzó el Abierto de Australia como candidato a quebrar el dominio que Roger Federer y Rafael Nadal ejercen en los Grand Slam. Pero era él, era David Nalbandian. En su versión mala, en la versión que él y todos los que lo rodean desean olvidar lo antes posible.
“Dio demasiadas ventajas, empezó muy errático, dormido y, con este tipo de jugadores tenés que estar al ciento por ciento”, analizó Martín Jaite, entrenador de Nalbandian, tras el 6-1, 6-2, 6-3 que le aplicó el español Juan Carlos Ferrero en una hora y 44 minutos. “Son cosas que pasan en el tenis; el jugador es un ser humano, hay veces que no se despierta bien”, agregó Jaite, que al igual que Nalbandian tiene previsto volver de inmediato a Buenos Aires.
“Pasa muy pocas veces al año, pero pasa. A nadie le gusta perder así, viniendo con expectativa. Obviamente, David no debe estar contento con la actuación”, agregó el entrenador. Y no lo estaba. “No me llevo la mejor sensación, obviamente”, reconoció con gesto serio el número uno argentino. “No logré ningún tiro bueno, así es difícil... En general, él fue siempre mejor que yo. Muy regular, increíble, hizo todo bien”, añadió Nalbandian, que aseguró no haber tenido ninguna molestia en la espalda –que le impidió jugar la semana pasada el torneo de exhibición de Kooyong–, pero mencionó que le faltaron partidos de práctica para llegar mejor a la cita australiana.
Ferrero esbozó una explicación. “Yo entré muy suelto al partido, y él, nervioso. Me di cuenta de que no estaba muy a gusto”, señaló el ex número uno del mundo. “Hay que reconocer que él no jugó el mejor tenis de su vida, pero yo ayudé a eso”, agregó. Más allá de los méritos de Ferrero, estuvo claro que el español no tuvo un rival de cuidado. Nalbandian falló en todos los golpes, dispuso apenas de un break point en todo el partido y pareció atado, adormecido. Sus rivales de primera y segunda ronda en el torneo no habían sido jugadores de gran nivel, pero el cordobés se las había arreglado para mostrar jerarquía, que es lo que le faltó en el Rod Laver Arena.
Su meta para 2008, ratificada en Australia, pasa por “ganar un Grand Slam, la Copa Davis y el oro en los Juegos de Beijing”. Y Jaite está de acuerdo con esos ambiciosos objetivos. “David tiene que salir a ganar todo lo que juega. David está jugando por la gloria”, había dicho el ex número diez del mundo cuando aún tenía esperanzas de ver llegar lejos a su pupilo. Un jugador que no llega a las rondas finales de un Grand Slam desde junio de 2006, con las semifinales de Roland Garros. A partir de entonces cayó en la tercera ronda de Wimbledon, la segunda del US Open, la tercera de Australia, los octavos de Roland Garros, la tercera de Wimbledon y la tercera del US Open.
Pero aquello había sido antes de su renacimiento, de contratar a Jaite como entrenador, de la resurrección de Madrid y París, torneos en los que venció dos veces a Federer, otras tantas a Nadal y una a Novak Djokovic. La temporada recién arranca, y Nalbandian tiene, a sus 26 años, oportunidades de revertir el mal comienzo. Cuando se le preguntó si hay paralelismos con lo que le sucedió en 2006 en Australia, respondió que es “otro año, no se compara”. Aquella vez cayó en semifinales con el chipriota Marcos Baghdatis tras disponer de claras oportunidades de ganar el partido. Venía de asombrar al mundo al haber derrotado a Federer en la final del Masters de Shanghai, en noviembre de 2005. Federer, a la postre campeón, diría luego que aquella fue una oportunidad desperdiciada por Nalbandian.
Dos años más tarde, el argentino llegaba a Australia en una situación similar, y el tropiezo fue incluso más sonoro. Ahora le restan tres Grand Slam para cumplir su objetivo de conquistar un grande, y dice no tener preferencias: “Veo a todos por igual”. En mayo podrá comenzar a demostrarlo. Ayer, horas después de la derrota de Nalbandian, podía verse a Federer en la sala de jugadores jugando a las cartas tranquilamente con amigos. Ya sabía que, al menos en Australia, no tendrá que preocuparse de su memoria.
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